A la muerte de Gómez, quien tiranizó al país durante 27 años, hubo un estremecimiento total del país y cada quien busco una ubicación, una orientación, una manera de adaptarse a la nueva Venezuela que sin duda alguna tenía que surgir. En el campo literario, algunos poetas de diferentes generaciones comenzamos a reunirnos en un bar de fines de siglo, con suntuosa ebanistería, situado en la esquina de La Bolsa, frente al Capitolio. Los primeros fuimos Angel Miguel Queremel, Luis Fernando Alvarez y yo. Los dos primeros venían de la generación del 18. Yo era entre todos el más joven. Luego se agregaron otros como Pascual Venegas Filardo, Otto Desola, Oscar Rojas Jiménez y el crítico Fernando Cabrices. El Grupo Viernes apareció por combustión espontáneo. Pensamos que, como en todos los órdenes, debía aparecer en nuestro país una poesía nueva. El mundo estaba en ese momento en plena ebullición con todos los ismos, especialmente con el surrealismo que le dió un cambio radical a la poesía. Nosotros nos acercamos a ese movimiento, haciéndole frente al melancólico provincianismo en que había caído la poesía venezolana.
El grupo Viernes no fue cerrado, ni sectario, ni tampoco tuvimos problemas generacionales con aquellos poetas que se habían destacado por un talento creador, pero sí nos mantuvimos firmes en nuestra idea de formular un nuevo mensaje poético. Fuimos muy duramente atacados por un sunnumero de criticoides que no entendían la poesía moderna y que no se daban cuenta de que estuvimos estrenando un siglo de sorpresas. Pero nosotros teníamos razón y esa razón nos la ha dado el tiempo. En Venezuela no se escribe igual antes que después de Viernes. |