Muestra de obras Poéticas



De Los Espacios Cálidos (1952)



TE AMO, INFANCIA

Te amo, infancia, te amo,
porque aún me guardas un césped con cabras,
tardes con cielos de cometas
y racimos de frutos en los pasados ramajes.

Te amo, infancia, te amo
porque me regalas la lluvia
que hace crecer los riachuelos de mi aldea,
porque le diste a mis ojos un arcoiris sobre las colinas.

¿Aún existen los naranjos
que plantó mi padre en el patio de la casa,
el horno donde mi madre hacía el pan
y doradas roscas con azúcar y canela?

¿Recuerdas nuestro perro que jugando
me mordía las piernas y las manos?
Nacían puntos de sangre, un pequeño dolor,
pero todo pasaba pronto con el sabor de las guayabas,

Te amo, infancia, te amo
porque eras pobre como un juguete campesino,
porque traías los Reyes Magos por la ventana.

Un día llevaste a la puerta de mi casa
un hombre de barba que hacía bailar un oso a golpes de
tambor,
y otro día le dijiste a mi padre que me regalara un asno
negro.

¿Recuerdas que tú y yo lo bañábamos en el río?
¿Recuerdas que había una penumbra de bambú y helecho?

Te amo, infancia, te amo
porque me ponías triste cuando estaba enfermo,
cuando mi madre me hablaba de su tierra lejana.

¿Recuerdas? Una vez me mostraste un eclipse a las diez de
la mañana
y las aves volvieron a dormir.

¿Existe aún aquel niño sin parientes
que un día bajó de la montaña
y me pidió el pan que yo comía en la plaza de la aldea?

Te amo, infancia, te amo
porque me regalaste mi aldea con su torre,
y sus días de fiesta con toros y jinetes y cintas
y globos de papel y guitarras campesinas
que encendían las primeras estrellas más allá de los árboles.

Te amo, infancia, te amo
porque te recuerdo a cada instante,
en el comienzo del día y en la caída de la noche,
en el sabor del pan,
en el juego de mis hijos,
en las horas duras de mis pasos,
en la lejanía de mi madre
que está hecha a tu imagen y semejanza
en la proximidad de mis huesos.


EN EL FONDO FORESTAL DEL DÍA

El acto simple de la araña que teje una estrella en la penumbra,
el paso elástico del gato hacia la mariposa,
la mano que resbala por la espalda tibia del caballo.
el olor sideral de la flor del café
el sabor azul de la vanilla,
me detienen en el fondo del día.

Hay un resplandor cóncavo de los helechos,
una resonancia de insectos,
una presencia cambiante del agua en los rincones pétros.
Reconozco aquí mi edad de sonidos silvestres,
de lumbre de orquídea, de cálido espacio forestal,
donde el pájaro carpintero hace sonar el tiempo.

Aquí el atardecer inventa una roja pedrería
una constelación de luciérnagas
una caída de hojas lúcidas hacia los dentidos,
hacia el fondo del día,
donde se encantan mis huesos agrestes.


Andrea Paola cantando la primera estrofa del poema, con música de Andrea Paola Márquez.