Del libro Tres nocturnos.
NOSTALGIA NOCTURNA Entre las soledades que inclinadas cultivan violetas en la sombra del rocío, pertenezco a la sombra detenida por negros abedules, la noche que en la altura mueve nevados huertos y abre los portales de la melancolía. Estoy aquí en la tierra como una fiel costumbre, como un galgo que lame una estatua mojada, como el que va en la sombra llamando sus parientes, como el gesto inocente de los espantapájaros bajo el húmedo viento. Coros lejanos, bíblicos, de aldeanos celestes que suben las montañas azules de la noche, me devuelven al tiempo de floridos almendros, a la aldea remota que guarda, entre pastores, hijas molineros y torres de penumbra, las huellas de mi infancia. ¿Me recuerda la escuela con sus manchados mapas, con la ventana abierta hacia los ondulantes trigales vespertinos? ¿Estoy allí, de noche, con los amigos muertos? ¿Quién lanza serpentinas de luz a los abismos? ¿Quién tritura avellanas? Pasa un viento de oscuros palomares, con un rumor de plaza, de la puerta de convento, y un perfume estrellado de azahares. Tristeza tengo de mis pasos, y alegría de ver la tierra, aquí, con mis hijos que duermen viajando hacia los bosques, con blancos animales que se agrupan bajo los eucaliptos, con el recuerdo apenas de mi propia leyenda a orilla de los mares. |