Artículos y ensayos sobre Vicente Gerbasi

Artículo publicado en El Nacional el 30 de Mayo de 1970 en ocasión de los 25 años de "Mi Padre el Inmigrante.

Materiales para interpretación de "Mi Padre el Inmigrante"

Alexis Márquez Rodríguez

ACE varios años emprendimos la tarea de analizar la obra de Vicente Gerbasi. Lo hicimos convencidos de que: Gerbasi es el poeta de mayor importancia que ha tenido Venezuela en los últimos cincuena años, no sólo por la enorme influencia que ha ejercido en los poetas que posteriormente a él han alcanzado alguna significación en nuestro país, sino también —y esto es lo fundamental— porque su poesía encierra un valor intrínseco nada desdeñable, cuyo grado no debe medirse únicamente por un cartabón nacional— lo cual seria bastante poco exigente—, sino también en relación con los más elevados representantes de la poesía latinoamericana, Neruda incluido. Cada vez nos persuadimos más de que de esa confrontación, Gerbasi sale airoso, y pensamos que a la hora de señalar un nombre para representar a la poesía venezolana contemporánea, en atención a su importancia y calidad el de este poeta es insustituible.

Nuestro trabajo, que se ha visto entorpecido por la necesidad de invertir tiempo y energías en otros menesteres extraliterarios, ha tomado como centro de atención e interés a "Mi Padre el Inmigrante", sin duda la obra capital de Gerbasi, Afincados en ella, hemos practicado una suerte de irradiación crítica hacia el resto de la obra del poeta, y aun cuando es mucho lo que: todavía queda por laborar en la tarea emprendida, hemos querido recoger algunas de las apreciaciones preliminares surgidas del análisis crítico, y ofrecerlas al público como un homenaje al poeta, precisamente porque este año se cumplen veinticinco años de la publicación de "Mi Padre el Inmigrante". El lector debe tomar pues, estas notas como lo que son: apreciaciones críticas preliminares, materiales para un trabajo analítico que aún dista mucho de ser definitivo. El contenido interpretativo de estas notas puede, en consecuencia, ser modificado en la medida en que avancemos en la labor propuesta.

La temática de "Mi Padre el Inmigrante", publicado en 1945, es sumamente pariada y compleja. Podría decirse que la evocación e imagen del padre muerto es un pretexto, en el mejor sentido del vocablo, para referirse a muchos otros aspectos vinculados con la vida material y espiritual del poeta, sin que se echen de menos tampoco los elementos relativos a su mundo circundante, natural y humano por igual. En tal sentido "Mi Padre el Inmigrante" es una de las obras de mayor aliento producidas en la historia literaria venezolana y aun latinoamericana, y no sólo por la vastísima gama temática, sino también por la altísima calidad de su tratamiento. Vamos a intentar el análisis de algunos de los elementos de esa temática.

I. -IMAGEN DEL PADRE

La imagen del padre está presente, desde luego, a lo largo de todo el poema. Concebido éste como un homenaje al padre muerto, toda la obra surge y se construye al impulso del sentimiento filial; pero éste, además, se entremezcla con referencias filosóficas y psicológicas sumamente variadas, hasta el punto de constituir una trama muy compleja y rica. Desde el comienzo del poema se va bosquejando la figura del padre, inicialmente trazada con vigorosas líneas espirituales, aposentado en la nostalgia del hijo extremadamente sensible, hasta culminar en el Canto VII (la obra tiene treinta en total) con un retrato de nítidos contornos bíblicos y patriarcales, siempre, por supuesto, sobre un trasfondo de nostalgiosa añoranza:

Tú venias de una colina de la Biblia,
desde las ovejas, desde las vendimia,
padre mío, padre del trigo, padre de la pobreza,
y de mí poesía.
(Canto VI; versos 255-258)

Muy notorio en este retrato del padre es a veces, el trazo un tanto sombrío que nos configura la efigie de un hombre triste y atormentado, que mueve igualmente a la tristeza y la desazón al hijo que lo evoca:

A veces caigo en mí, como viniendo de ti,
y me recojo en una tristeza inmóvil,
como una bandera que ha olvidado el viento.
(Canto V; versos 165-167)

Si observamos bien el último verso, podremos captar la riqueza de la imagen final representativa, precisamente, de la más infinita tristeza: una bandera que ha sido olvidada por el viento no produce, en efecto, solamente la impresión de inmovilidad, de quietud en el ambiente, sino también un hondo sentimiento de tristeza, de abandono, de soledad, y aun de quietud metafísica, como de tiempo detenido.

Y siempre sobre el trasfondo de nostalgia y de añoranza se bosqueja también la imagen del padre como hombre aventurero, andante de mil caminos por la tierra y por el mar, con su alforja repleta de sueños e ilusiones, donde aun sin estar expreso, se adivina un contorno físico, de gran vitalidad, fulminado de pronto por la muerte:

Tus zapatos aún suenan sobre los ladrillos / y sobre las arenas de bahías desiertas, / con baúles desenterrados y monedas, / y con rocas lejanas donde los astros caen, / donde avanzan temblando las auroras, / en medio de las sombras de los fríos, / y de pinos del mar, / y signos y colores espectrales, / y las sombras de madres de barqueros / llamando entre sus paños y sus cabellos, / y sus voces confundidas, / y sus lágrimas perdiéndose en la arena / y gaviotas en fila, volando hacia otro mundo, / hacia distancias cárdenas y negras, / hacia un día, del misterio, donde grita el hombre a su muerte. / Te sigue un perro grande, / el perro fiel y lento de nuestra lejanía. / En tu penumbra brillan barcas abandonadas. / Con las ráfagas gimen tus hondas soledades, / y entre las algas tiembla el grave amanecer. Te alejas en tu viaje como llovizna leve, / como el rumor del mar en los caracoles. / En mi soledad guardo mis hondas soledades. / De ti vienen los días / sonando en las guitarras del olvido. / Por ti yo soy el hombre, el portador del fuego. / Por ti mi mano levanta el espejo que refleja la montaña. / Hacia mi venían tus huellas, tu fábula y tu clima, / y aún te veo llegar desde la muerte, / padre del remo, padre del pesado saco, padre de la cólera y el canto.

(VI, 181-212)

Es muy notoria en la muestra transcrita —y lo es a lo largo de todo el poema— la presencia del mar, directamente, o a través de elementos que lo representan o evocan: arenas de bahías desiertas, pinos del mar, sombras de madres de barqueros, gaviotas en fila, barcas abandonadas, algas, rumor del mar en los caracoles, remo, pesado saco... Todas son referencias al mar, pero aquí no poseen un carácter meramente paisajístico, sino que reflejan una honda tristeza, no solo porque trasparentan la nostalgia y la tristeza del poeta, sino también porque se trata de elementos que, de por sí ofrecen una connotación de añoranza y melancolía. Esto dicho en el entendido de que el mar, y todo cuanto con él se asocia, conllevan igualmente la imagen de la aventura y de la evagación.

En la nostálgica evocación del padre está presente, asimismo, la referencia directa al pasado del hombre pobre y aldeano. Todo el Canto VII, que culmina con la imagen bíblica ya señalada, nos da ese aspecto del retrato del padre:

Tu aldea en la colina redonda bajo el aire del trigo,
frente al mar con pescadores en la aurora,
levantaba torres y olivos plateados.
..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  
Y subía la mujer del mar con una fresca cesta de sardinas.
Era una pobreza alegre bajo el azul eterno,
con los pequeños vendedores de cerezas en las plazoletas,
..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  
en la penumbra con chispas del herrero,
entre las canciones del carpintero,
entre los fuertes zapatos claveteados,
y en las callejuelas de gastadas piedras,
donde deambulan sombras del purgatorio.
Tu aldea estaba sola bajo la luz del día,
con nogales antiguos de sombra taciturna,
a orillas del cerezo, del olmo y de la higuera.
..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  
Entre el ser y el otoño pasaba la tristeza.
Tu aldea estaba sola como en la luz de un cuento,
con puentes, con gitanos y hogueras en las noches
de silenciosa nieve.
..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  
Y el mundo palpitaba en tu corazón.
(VII, 213-258)

Casi no haría falta en este Canto la palabra pobreza. Su contenido está presente en muchos de los elementos que aquí aparecen, dentro de su contexto aldeano: la mujer de mar con su cesta de sardinas; los pequeños vendedores de cerezas; el herrero con su mundo de chispas; las canciones del carpintero; las callejuelas de gastadas piedras; la silenciosa nieve...

II. EL TEMA DE LA MUERTE

También por la concepción general y el origen del poema es obvia en él la presencia de la muerte como tema central. E igualmente en este caso el tema se ofrece multifacético. A veces como es natural, este tema de la muerte está conectado indisolublemente con el recuerdo del padre:

El velero lustroso de la muerte
pasea tu silencio por mis mares sombríos,
entre brillos de un agua negra en ondas,
donde cantan marinos de otro tiempo,
ahogados en la noche, rendidos a las algas
que transportan las sombras,
(VI, 173-178)

Nótese en los versos transcritos la ininsistencia de los elementos marinos, directamente asociados a la evocación melancólica del padre muerto.

Pero otras veces la imagen de la muerte adquiere autonomía, se separa momentáneamente de la: imagen directa y del recuerdo del padre, y el poeta entonces transita, a veces por un mundo filosófico. Esto puede verse incluso en algunos de los versos que acabamos de transcribir. La cita, en efecto, nos presenta el tema vinculado directamente con el recuerdo del padre: El velero lustroso de la muerte / pasea tu silencio por mis mares sombríos; pero en seguida la presencia de la muerte parece olvidar momentáneamente al padre caído, y trasciende a otras muertes abstractas e innominadas: ...marinos de otro tiempo, / ahogados en la noche, rendidos a las algas / que transportan las sombras. En todo caso, la muerte constituye en "Mi Padre el Inmigrante" una constante verdaderamente obsesiva, no solamente —insisitmos— en su directa relación con el padre desaparecido, sino también en un ámbito metafísico, de fenómeno ineluctable y misterioso que ronda constantemente la vida del hombre. A titulo meramente incidental —sentimos aversión por la intromisión estadística que es grata a cierta pseudo-crítica literaria— anotemos que !a palabra, muerte aparece expresamente veintidós veces en el poema, y once más se alude a ella en expresiones afines: luto, cementerio, esqueleto, tumbas etc. Y aún hay que advertir que en muchas ocasiones la presencia de la muerte no es directa, por vía de expresión o de alusión, sino que el tema está implícito dentro de otros temas, sin que dicha presencia sea menos notoria. Tal ocurre con otra de las constantes del poema como lo es el tema de la noche.

III - EL TEMA DE LA NOCHE

Aún más que la muerte, la noche está presente como constante temática también con insistencia obsesiva. Siempre a titulo incidental —reincidimos en la mención estadística por lo ilustrativo que resulta en este caso—, señalemos que la palabra noche aparece cincuenta y cuatro veces, y aluden a ella veintiuna expresiones más: vespertino, sueño, tarde, luna, humedad nocturna, crepúsculo, etc, y también aun en mayor grado que las referencias directas a la muerte las referencias a la noche adoptan las más diversas formas e implican las más variadas connotaciones. En primer lugar debemos señalar esa suerte de leit-motiv conque arranca el poema:
Venimos de a noche y hacia la noche vamos.

Este primer verso —que va a repetirse en los Cantos II, V y XXV, y cierra el poema como único verso del Canto XXX— tiene una importancia capital como clave interpretativa de la obra, no sólo por el carácter ya dicho de leit-motiv —que de por sí es índice de su importancia—, sino además porque en él se encierra el sentido filosófico que sirve de fundamento a todo el poema. En efecto la mención de la noche no es, en este verso, una simple determinación ambiental o cronológica, sino una expresión de neto valor filosófico. La noche, en este verso, es símbolo de la nada, de lo que precede a la vida, antes del nacimiento, y de lo que le sigue, después la muerte. La vida, fugaz y perecedera, no es sino un breve paréntesis centro del misterio inescrutable de la nada:

Relámpago extasiado entre dos noches,
pez que nada entre nubes vespertinas,
palpitación del brillo, memoria aprisionada,
tembloroso nenúfar sobre la oscura nada,
sueño frente a la sombra: eso somos.
(III, 61-65)

Esta mención de la noche como símbolo de la nada, vale decir de la muerte, unida a la idea de la fugacidad de la vida, aparece otras veces:

El hombre es de la noche que lo sigue,
sueño que el sol defiende,
paréntesis de incierta maravilla,
imagen que derriba la tiniebla.
(IV, 132-135)

Incluso hay momentos en que la idea de la muerte. simbolizada en la noche, abandona por un instante a la reflexión directa provocada por la muerte del padre, y se revierte sobre el propio poeta, que en torno suyo ve rondar la muerte como fantasma existencial:

Por mis sentidos pasan ángeles del crepúsculo,
y lentos me aprisionan los círculos nocturnos.
Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
Escucha. Yo te llamo desde un reloj de piedra,
donde caen las sombras, donde el silencio cae.
(V.168-172)

No se requiere mucha perspicacia para descubrir aquí la idea de la vida, presente en la imagen del reloj de piedra, símbolo del tiempo medido, perecedero, acosado por las sombras de la muerte universal e ineluctable. Es una idea sobre la cual se insiste más de una vez, obsesivamente :

Ráfagas solitarias se acercan a mi frente,
donde la noche mora temblando en los jazmines.
(XI, 393-394)
Un viento vegetal lame las peñas.
húmedas lumbres vagan por el río,
y tensos pasos hunden
las flores de la noche en la memoria.
(XIV, 462-465)
Y siempre fue un nuevo regresar,
un lento aproximarse de la noche,
un duro avanzar de la existencia,
un recobrarse a solas, un decirle a las sombras:
"Esperad, esperad, al hombre.
No le rechacéis, guardadle bien, que es vuestro hijo...
(XXI, 716-721)

Con todo, no faltan las menciones de la noche en relación con otros aspectos menos especulativos. A veces, por ejemplo, la noche sirve de asidero para la evocación del padre centrada en el recuerdo de la propia infancia del poeta. Entonces .la imagen de la noche se mezcla con la memoria de otros hechos, en que están presentes elementos de la mitología popular e infantil entreverados en las reflexiones sobre la muerte y sobre la vida dura:

Y todo avanza en mí y todo cae, y todo es un rumor,
un acercarse y amar, y un sufrir por lo amado,
y un llevarlo todo al sueño
y hacer de la tierra un sueño.
Y es lo que viene ardiendo, sonando como un trueno
sobre un niño,
desde tu vida dura, desde tu muerte sola,
tu muerte semejante a una llanura,
donde curva la noche su lentitud de estrellas,
con un rumor de cascos, de piedras, de esqueletos,
con guitarras caídas junto al corazón,
con una copla del diablo,
con el azufre del Tirano Aguirre
danzando en las colinas,
y lejanos relámpagos antiguos
en un denso horizonte con sombras de diluvio,
y el viento que resuena sobre el sordo tambor
de la tierra caliente,
del agua del caimán y el venenoso diente.
Padre mío, padre de mi huracán. Y de mi poesía.
(IV, 149-164)

Y aún está presente la noche doméstica desprovista de implicaciones filosóficas o mitológicas, en un pasaje en que expresamente se diferencia entre esa noche y la otra, metafísica, que simboliza la muerte y mueve, por ello mismo hondas meditaciones :

Atrás queda la luz bañando las montañas,
los parques de los niños y los blancos altares.
Pero también la noche con ciudades dolientes,
la noche cotidiana, la que no es noche aún,
sino descanso breve que tiembla en las luciérnagas,
o pasa por las almas con golpes de agonía.
La noche que desciende de nuevo hacia la luz,
despertando las flores en valles taciturnos,
refrescando el regazo del agua en las montañas,
lanzando los caballos hacia azules riberas,
mientras la eternidad, entre luces de oro,
avanza silenciosa por prados siderales.
(I 17-28)

IV. - NOSTALGIA Y EVOCACION DEL PASADO

Ya hemos visto que la muerte del padre provoca a veces la evocación del pasado; mas éste puede también desatarse aun sin necesidad de que esté presente la imagen de aquél. Todo el Canto I está concebido para dar entrada, a través de esas evocaciones del pasado llenas de nostalgia a la figura del padre muerto. Desfilan, allí, elementos evocadores de la propia infancia del poeta, entremezclados con otros de la lejana mocedad del padre, seguramente extraídos de antiguas evocaciones de éste, inmigrante y trotamundos, para formar todo ello un abigarrado universo de magia y maravilla: almendros, leopardos, lagos, nieves, renos, volcanes adustos, selvas hechizadas, cipreses, columnas desgastadas, montañas llenas de luz... La nostalgia, la añoranza melancólica de un pasado que se evoca entre la realidad y la fantasía, pudiera también anotarse como una constante temática en "Mi Padre el Inmigrante". Algunas imágenes, entonces, adquieren categoría de símbolos del pasado, hasta remontarse incluso a las raíces ancestrales:

Con címbalos antiguos el tiempo nos levanta.
Con címbalos, con vino, con ramos de laureles.
..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..  ..   ..   ..
En el hierro oxidado hay brillos en que el alma
desesperada cae,
y piedras que han pasado por la mano del hombre,
y arenas solitarias,
y lamentos de agua en cauces penumbrosos.
(II 34-44)

Aquí las referencias al pasado, al tiempo claustrado, a lo remoto, son directas y explícitas: címbalos antiguos, ramos de laureles, piedras que han pasado por la mano del hombre... Pero queremos llamar la atención sobre esa hermosísima imagen del hierro oxidado, depurada y plástica connotación de lo antiguo, de lo olvidado, en que de pronto hay destellos evocadores y nostálgico: brillos en que el alma desesperada cae.

A veces también el recuerdo, como valor temático. se imbrica con la soledad, igualmente con un valor temático. Entonces la soledad alcanza categoría de angustia existencial que trasciende de lo meramente biográfico o anecdótico:

Y siempre el hombre solo, bajo el sol y los truenos,
perseguido por voces y látigos y dientes.
El hombre siempre solo, con su mirada, suya,
con sus recuerdos, suyos, y con sus manos, suyas.
El hombre interrogando a sus calladas sombras.
(III, 77-81)

V - PRESENCIA DEL MAR

Un último elemento temático que no queremos pasar por alto es la presencia del mar. Ya hemos visto como éste aparece insistentemente relacionado con la imagen del padre, de manera particular cuando se trata de configurar el retrato del inmigrante de la aventura y la evagación. El Canto VIll está lleno de esas menciones del mar, y de elementos relativos al mar: puertos, barcas, aguas tumultuosas, mares, naufragios, buques fantasmales, ondas, islas iluminadas, marinos, bahías, navíos, barcarolas... Pero el mar está presente en muchos otros casos y aparece en conexión con diversos elementos. Alguna vez, por ejemplo, lo hallamos en relación con el tiempo, sirviendo como mudo testimonio de los milenios transcurridos; que van dejando su huella indeleble en todo lo existente: :

Atrás el tiempo queda como drama en el hombre,
engendrador de vida, engendrador de muerte.
El tiempo que levanta y desgasta columnas,
y murmura en las olas milenarias del mar. .
(I, 13-16)

O bien como elemento esencial, rico de simbología, pintura del paisaje del trópico, cautivante para los ojos alumbrados del viajero de otros paralelos, del inmigrante que viene a la aventura de un mundo nuevo y en busca de vida mejor:

¿Qué fuego de tiniebla, qué circulo de trueno,
cayó sobre tu frente cuando viste esta tierra?
Pasaron costas negras, arbustos inflamados.
barcas con piñas, cocos, bananas, chirimoyas,
sobre un mar tenebroso con medusas y anémonas.
(X, 338-342)

Y aun lo hallamos asociado con el tema: de la muerte en función de símbolo del dolor del hijo que llora la ausencia irremediable del padre:

El velero lustroso de la muerte
pasea tu silencio por mis mares sombríos,
entre brillos de un agua negra en ondas,
donde cantan marinos de otro tiempo,
ahogados en la noche, rendidos a las algas
que transportan las sombras.
(V, 173-178)

Son muchos más los elementos temáticos que habría que señalar y analizar en "Mi Padre el Inmigrante". Hemos presentado sólo una muestra un tanto volandera. Adentrarse en la lectura del poema es como introducirse en un mundo de éxtasis, de insondables misterios. de deslumbramientos y evagaciones espirituales. Un mundo, en fin, donde la maravilloso fluye incesantemente de la realidad circundante.

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