Artículos y ensayos sobre Vicente Gerbasi

Aparecido en el Suplemento Cultural de Ultimas Noticias el 24 de enero de 1993, a las cuatro semanas del fallecimiento del poeta.
BOCETO DE VICENTE GERBASI

por BENITO RAUL LOSADA


Régulo Pérez. Creyón sobre papel. 1993.

uando se trata de homenajear a un poeta de la categoría de Vicente Gerbasi surge la tentación de hacer lucubraciones sobre la poesía en sí, sobre lo que significa esa suprema vibración espiritual que encuentra su instrumento en la palabra, pero cuya esencia se hace inasible y por tanto indefinible. Difícil intento repetido una y otra vez por filósofos, estetas, críticos y aun por los poetas mismos y cuyo resultado deja siempre una insatisfacción,una sensación como de que algo queda inexpresado o fallido. No queremos, sin embargo, que un cordial momento como el presente deje de ser lo que pretendemos; un justo y sencillo reconocimiento a una alta calidad poética y a una extraordinaria condición humana en el momento en que arriba a los setenta años de una vida plena de logros y de amistad muliplicada.
    Recordando la antigua sección de una revista en donde distintos autores describían su personaje inolvidable, estoy seguro de que, para un paréntesis semejante, muchos de los aquí presentes escogerían a este gran alfarero de sueños o pescador de insomnios, quien en esa larga trayectoria no ha dejado de ser por un momento una voz imantada en cuyo resplandor un niño desliza sus asombros. y si intentáramos hacer los recuentos, posiblemente nos encontraríamos ante la dificultad de recordar quién cruzó primero el límite de las vivencias, si el hombre o el poeta. Para terminar sin resolver la disyuntiva ya que se hace imposible desligar a ambos y destruir su simbiosis de noche y de relámpago.
    En efecto, como el mismo Vicente lo ha afirmado muchas veces, él nació poeta. Y para fortuna de él y de la poesía, en ese Canoabo en cuyos pavos reales "la tarde inicia una tristeza solar" y que ha universalizado como aldea mágica en donde el trópico logró concentrar unos secretos de infancia que se proyectan en recuerdos míticos. Esos recuerdos se magnifican bellamente en una obsesión de tiempo y metales melancólicos a través de vértigos nocturnos donde todo empieza y concluye, donde se encuentra el hombre con sus orígenes y con su destino luego de fusionar los mostos de las culturas y el entrecruce de las edades.
    Podemos imaginar una infancia de asombros. El niño que al desarrolar los sentidos ve las cosas de la naturaleza como descubrimientos maravillosos, que se extasía ante ellos hasta hacerlos partes de sí mismo, se detiene en sus detalles, inventados o reales, y los graba junto a experiencias, rostros,
Régulo Pérez. Creyón sobre papel. 1993
costumbres, frases, consejas, temores, en una madera de esencias que es su secreta intimidad. El mundo rural que recoge y refleja más tarde, sin dejar de ser cierto y corresponder a una circunstancia y un tiempo históricos, lleva impreso el choque imaginativo, venero de paisajes, hombres, fauna, flora, transfigurada materia poética.
    Esos asombros continuarán cuando sus padres lo envíen a Europa a estudiar junto con su hermano Chepino. Puerlo Cabello, su primera impresión de ciudad, el mar, las Islas Canarias, Italia. Novedad tras novedad, destello tras destello, horadando los sentidos con sensaciones y contrastes. Contemplativo, lleva como una cámara interior fotografiando seres y paisajes, tal vez no tanto ellos como el aura de ellos, porque Gerbasi es adicto a lo fantasmagórico. Cree a pie juntillas en los fantasmas de su niñez, en el jinete sin cabeza galopando entre sombras, en todos los que le inculcaron luego lecturas nocturnas, y en los que él mismo inventa en sus momentos de soledad. Esa experiencia europea, plena de historia, de luces mediterráneas, de cuadros de Fra Angélico, de inmensas catedrales, de ovejas y encinares, nutrirá positivamente las vertientes de su poesía, estimulará la afición por el arte y la literatura que ampliarán su formación y anclarán la plataforma de esa cultura de la que no hace gala pero que se manifiesta en su obra y que muchos le hemos conocido en charlas cordiales reforzadas con gratas libaciones.
    Regresado al país, Vicente irá a sus primeros lares. Vuelve a su mundo de infancia que mira ahora desde otros asombros, en una dimensión distinta ciertamente, pero en donde no se han perdido los rasgos primigenios, los otros, los secretamente guardados. Los mismos helechos, cafetales; cacaotales, tigres, búhos, alacranes; ciempiés, lagunas y por encima de todo, esa nocturnidad de sombras melancólicas y metafisicas donde los huesos reviven los fantasmas.
    Después será el trabajo y la movilización a caballo, el traslado de talegas de dinero como empleado de un banco, la llegada a Caracas en donde afianzará y ampliará contactos poéticos que ya había iniciado en Valencia, particularmente con su entrañable amigo el poeta Otto De Sola. La muerte del dictador Gómez en 1935 hace propicia las renovaciones. La cultura, junto a la política y a la lucha social, comienza a estremecerse. La poesía no se queda atrás y poco a poco se irán encontrando y reuniendo quienes manteniendo inquietudes afines en la expresión lírica, novedosas en nuestro ambiente, integrarán el Grupo Viernes y abrirán nuevas ventanas al lenguaje poético.
     Los de Viernes pugnan por abrir surcos renovadores. La generación del 18 con Andrés Eloy Blanco, Paz Castillo, Fombona Pachano, Planchart, Mármol, Sotillo, Moleiro, Barrios Cruz, Carnevali y otros también valiosos había dado grandes logros postmodernistas y simbolistas a nuestra poesía; Ramos Sucre, el solitario, había sembrado gemas para un reconocúniento creciente; Antonio Arraiz había desnudado y endurecido el aliento creador; los del 28 con Luis Castro, Otero Silva, Gabaldón Márquez, Rojas Guardia y otros habían aprovechado la iconoclasta instrumentación de la vanguardia europea; Arvelo Torrealba, Morales Lara, Carlos Augusto León en distintas secuencias y otras señeras voces de Caracas y el interior de la República habían iniciado sus aportes dentro de diferentes búsquedas.
    Viernes es una confluencia de poetas de distintas edades y formación, algunos ya conocidos como Queremel, Alvarez, Rojas Guardia o José Ramón Heredia, por no citar a otros que colaboraron con el Grupo sin que se les pueda considerar viernistas y no giran en torno a un solo credo poético. Ellos por su cuenta y con el influjo de importantes presencias extranjeras como la de Humberto Díaz Casanueva, divulgan entre nosotros la voz de los grandes alemanes de fines del siglo XIX y comienzos del XX, los simbolistas y vanguardistas europeos, particularmente los franceses, los españoles del 25 y las poderosas voces que emergían del Sur del continente. Lo onírico, el apego a las sombras la multiplicidad y superposición de imágenes creadoras de ambiente, alejadas de lo argumental, la ruptura con rimas y con el ritmo exterior y tantas otras características de los movimientos extranjeros de las dos décadas anteriores signaron estas experiencias no siempre bien acogidas entonces. En algunos eran evidentes las huellas de Novalis, Holderlin, Rilke, de algunos surrealistas franceses, de Huidobro, Neruda, Cruchaga o Rosamel del Valle. Gerbasi, uno de los más jóvenes -con De Sola y VenegasFilardo- no podía escapar a estas influencias como se nota en sus primeros libros Vigilia del Náufrago y Bosque Doliente; allí no había definido lo que sería su inconfundible personalidad poética, pero estaba presente un poeta auténtico en proceso de búsquedas y ya en el segundo de los libros asoman los atisbos embrionarios de su poesía consagratoria.
    Por la misma época de su vigencia viernista, el poeta, desdoblado en periodista y en funcionario municipal, no puede escapar a las inquietudes políticas y sociales que saturaban el ambiente y se une a quienes en el PDN inicial luchaban por aperturas democráticas por encima de los tímidos ensayos del gobierno del General López Contreras. De allí viene su amistad con grandes dirigentes políticos y, particularmente, con Rómulo Betancourt, con quien tuvo nexos estrechos y a quien escondió en las andanzas clandestinas de este último, cuando el poeta se había recién casado con esa extraordinaria Consuelo, su inseparable compañera de siempre. Aun cuando después se desligó de esa incursión política y se fue hacia los predios diplomáticost, nunca ha dejado de exhibir una noble ciudadanía y una indeclinable vocación democrática. En un momento crucial de su vida se inscribió en el partido, en el cual milita, Acción Democrática, fundado entre otros por su dilecto Andrés Eloy Blanco, el gran poeta de la esencia venezolana. La itinerancia diplomática le abrió nuevas perspectivas. Amistades. literarias de primer orden en ColombIa, Chile y varios otros países, oportunidad para divulgar la poesía venezolana en el exterior, tiempo para seguir labrando una obra que incluye hoy numerosos volúmenes y que, afortunadamente, no cesa. El anecdotario de Vicente en estos menesteres es riquísimo, sin que falten esos famosos olvidos que han contribuido a adobar su personalidad con facetas muy gratas a sus amigos y útiles para el análisis de su poesía.
   Después de los dos libros mencionados la obra fue creciendo. Poemas de la Noche y de la Tierra, en 1943, que como bien lo dice Francisco Pérez Perdomo, ya anuncia a Mi Padre el lnmigrante. Como nota rara en su trayectoria literaria, empujado tal vez por la tendencia postviernista que, con los poetas que inician sus publicaciones en 1942 y sus proximidades, pretende reivindicar formas tradicionales de poesía e introducir una cierta transparencia. Vicente sorprende con Liras, libro bien facturado, de clásica estirpe española, con el que obtiene el Premio Municipal de Poesía. Después, en 1945, la obra consagratoria, Mi Padre el lnmigrante, que si bien gira en torno a un tema biográfico y en cierta forma autobiográfico, encierra tanta fuerza telúrica, compenetración con la naturaleza, nocturnidad mágica, misterio, soledad, nostalgia, interrogantes metafísicos y un lenguaje tan subyugante y sugerente, que se ha señalado como uno de los mayores logros poéticos de nuestra literatura.

Esos recuerdos se mangniftcan bellamente en una obsesión de tiempo y metales melancólicos a través de vértigos nocturnos donde lodo empieza y concluye, donde se encuentra el hombre con sus orígenes y con su destino luego de fusionar los mostos de las culturas y el entrecruce de las edades.


   La lista luego es larga: Tres Nocturnos, Los Espacios Cálidos, considerado éste por algunos críticos como superior a Mi Padre el Inmigrante por su mayor sobriedad de expresión, Círculos del Trueno, Tirano de Sombra y Fuego, Por Arte de Sol, Olivos de Eternidad, Poesía de Viaje, Retumba como un sótano del cielo, Edades Perdidas.
    Sobre la poesía de Vicente Gerbasi se ha escrito mucho dentro y fuera del país. Sabemos que es objeto de estudio en colegios y universidades. Nada que pueda decir añadiría a enjundiosos estudios como los de Ignacio Iribarren Borges, Ludovico Silva, Juan Liscano y varios otros. Apenas podría anotar a manera de síntesis que se trata de una poesía de ráfaga, de
Régulo Pérez. Creyón sobre papel. 1993.
misterios nocturnos, de soledades que se impregnan en la eternidad, en los recuerdos, en los olvidos, poesía de nostálgicas vivencias sensoriales, de un mundo perdido, de una melancolía subyacente en una naturaleza anímica. Poesía llena de plasticidad que penetra por todos los sentidos en la conjunción de los sentidos, o la comunión del hombre y los elementos, del ser y la tristeza, de un cosmos maravilloso y maravillado que se manifiesta como dotado de alma en nuestros ríos, nuestros ancestros, nuestros sueños. Poesía enfin que es la suma de interrogantes, de búsqueda de una inquietante perennidad: "¿no somos un secreto guardado por las horas?" o "¿cuándo sale de ti mi oscuro andar?" o "¿escondo acaso el mundo en mis sentidos?" o "¿conozco acaso el rumbo de mis pasos ? ". Esta especie de sonambulismo; de vitral alucinante, esta mezcla de relámpagos, truenos, escarabajos, tigres, mendigos, conejos, huesos, esta ronda en torno a la muerte acechante, rondante, temida y lejana, religiosamente ubicua, constituyen un desdoblamiento y una concentración, una especie de panteísmo que rescata al tiempo de la infancia del mundo y a la infancia de un tiempo mágico, creciente, inmediato e infinito como un espacio cálido.
    Basta para apreciar varios de esos elementos recordar el fragmento final del poema Nacimiento de la Melancolía:
    Yo iniciaba la era de las puertas,
    Había puertas para los hombres y puertas para los caballos,
Y puertas para los muertos,
Y vi que las hormigas abrían puertas en la tierra
Y que las aves abrían puertas en los árboles
Y que la noche cerraba las puertas de las casas.

    Quienes tenemos el privilegio de conocer a Vicente Gerbasi, lo hemos apreciado y admirado en su vasta dimensión poética y su humanidad bondadosa cultivadora de amigos sin distingo de generación, latitudes ni ideologías.
    ¿Se podrían olvidar esos rasgos gratamente ingenuos que lo hacen disfrazarse de árabe en la intimidad del hogar, e inventar canciones chinas o tararear con voz ronca una antigua tonada de pastores o dibujar a dedo con vino y cenizas de cigarrillo siluetas y rostros, o recoger insectos confundiéndolos con adornos mágicos o invocar en sus noches fantasmas e interpelar a Hamlet? Dificil dejar de imaginarse relatando aquél " cada quien vive su propia vida y vive su propia muerte " de María Grubbe, o la añoranza por Neruda de su antiguo rival Huidobro cuando mirando, lejana, la casa de éste en un atardecer sureño, le dice en confidencias "Vicente, Vicente, allí vivió el más grande poeta de Chile"; o aun escucharle esos sueños como el del viaje que imagina en buque de chapaletas por el Mississipi departiendo con sus grandes amigos fallecidos Mariano Picón Salas y Eddie Morales Crespo, repartiendo en fin, sus asombros entre los amigos que es la mejor forma de vivir su vida, esa que de tanto amar le hace olvidar a veces su temor a la muerte.
    Todo esto y mucho más es Vicente Gerbasi, un poeta del Trópico y del mundo cuya vigencia perdurará mientras haya "un relámpago extasiado entre dos noches" o se pueda despertar "lentamente en una luz de conejos." ▄

(Palabras pronunciadas en la AEV el 15-06-83 en el homenaje a Vicente Gerbasi al cumplir 70 años de edad, y publicado por primera vez en el Suplemnto Cultural de Últimas Noticias el 17‑06‑83).