Artículos y ensayos sobre Vicente Gerbasi

Ludovico Silva
Ensayos sobre Vicente Gerbasi, Colección Ensayos,
Fundarte, Caracas, 1985


EL POETA DE CABEZA DE NUBE

      El poeta de cabeza de nube es Vicente Gerbasi. En efecto, al cumplir ahora sus setenta años, la prensa y la televisión lo han sorprendido en una actitud que podría llamarse en griego antiguo nefelo-eidética, es decir, de forma de nube, así como nefelibata es el que anda entre nubes. El propio poeta, en las fotografías y en sus declaraciones, aparece como maravillado, sorprendido no sólo de haber llegado feliz y con vida a los setenta años, sino de que todos los poetas más jóvenes y todos los medios de comunicación hayan mostrado hacia él un gran entusiasmo (palabra griega que significa endiosamiento) y una sincera admiración. Aunque yo ya demostré estos sentimientos en mi ensayo de 1974 sobre Vicente Gerbasi y la modernidad poética, no tengo inconveniente alguno en sumarme ahora a la celebración de esos hermosos setenta años de vida y creación continuas.

      Son setenta años de vida estrictamente poética, porque Vicente Gerbasi nunca ha sido realmente otra cosa que poeta. Bien le vale esta limitación si consideramos, como yo lo considero, que el autor de Los espacios cálidos (1952) es el más grande poeta venezolano de todos los tiempos, digno de ser postulado al Premio Nobel, y que su poema Mi padre, el inmigrante ( 1945) es la mejor pieza poética que se ha escrito en Venezuela. Ocurre que, por ser venezolanos como él, vivimos demasiado cerca del poeta, y por eso no distinguimos sino borrosamente sus verdaderas dimensiones. Pero los que hemos tenido la ventaja de descubrirlo en Europa ( como me ocurrió a mí, cuando a mis 17 años emprendí un largo viaje al viejo continente), sabemos a ciencia cierta que Vicente Gerbasi figura claramente entre los más importantes poetas de habla castellana de este siglo. No es mía la opinión, aunque la comparto plenamente; es la opinión que hace unos 17 años me expresó en una carta el gran poeta español Jorge Guillén, a raíz de haberle enviado yo un número de la revista Papeles (que dirigíamos Miguel Otero Silva y yo) donde le publicábamos unos preciosos poemas inéditos a Vicente Gerbasi. Esos poemas me los había enviado él desde Suecia a instancias mías. No nos conocíamos aún personalmente, lo que ocurrió un tiempo después, a su regreso a Venezuela. Después de conversar largamente con él, comenzó a darme vueltas en la cabeza un ensayo consagrado a su poesía; pero no encontraba manera de escribirlo, porque sabía que iba a tener unas cuarenta páginas y que ningún periódico o revista me lo publicaría. Pero la Jeune Parque de Valéry me ayudó, cuando en 1973 el poeta Teófilo Tortolero, desde la Universidad de Carabobo, me pidió una monografía sobre algún poeta de mi predilección para publicarla en forma de Separata. Inmediatamente me puse a trabajar, y al año siguiente salió publicado mi ensayo, acompañado de un esbozo del poeta por el pintor Humberto Jaimes Sánchez, un dibujo de mi rostro hecho por el propio poeta Gerbasi una noche en "El viejo molino" –hoy República del Este– y una pequeña antología de sus poemas, seleccionados por Teófilo Tortolero. Esa bella edición está agotada y por eso la reedito ahora, al comienzo de este libro. Cuando el poeta leyó mi ensayo sobre su modernidad poética (término inspirado en el gran romanista alemán Hugo Friedrich en su Struktur der modernen Lyrik, 1956, Friburgo de Brisgovia, cuando yo lo conocí y fui su alumno, a mis 19 años) se puso contento como un niño y me abrazó largamente. Más de cien veces, durante todos estos años, me ha repetido que mi ensayo es lo mejor que se ha escrito sobre él, sin restarle méritos, por supuesto, a otros ensayos o libros, como por ejemplo el de Ignacio Iribarren Borges, que es un libro más comprehensivo y menos filosófico que el mío. Como Vicente Gerbasi era para ese entonces idílico vecino de mi maestro García Bacca, le mostró mi ensayo, y ambos convinieron en que yo acertaba al señalar ciertos rasgos filosóficos en una poesía que es marcadamente sensual, sensorial, sensitiva, apegada a un mundo exterior tropical y magnificente. (En el ensayo Vicente Gerbasi entre dos mundos, al final de este libro, explico cómo esa sensorialidad "exterior" es en realidad el producto de una profunda necesidad psíquica; así como también afirmo que se trata de una sensualidad calculada y severa, producto de una niñez venezolana y de una formación europea, florentina, ligada a sus ancestros italianos y también a la lectura de poetas italianos contemporáneos como Montale o Quasimodo). García Bacca le decía al poeta: "Usted, en unos cuantos versos, expresa todo lo que yo he tratado de expresar en mi Metafísica de quinientas páginas". Yo creo recordar que García Bacca pensaba en estos versos de Mi padre, el inmigrante, que son de rancia estirpe filosófica y pindárica:

Relámpago extasiado entre dos noches,
pez que nada entre nubes vespertinas,
palpitación del brillo, memoria aprisionada,
tembloroso nenúfar sobre la oscura nada,
sueño frente a la sombra: eso somos.

      El primer verso (esto pertenece a la estancia III del poema) es una extraordinaria definición del hombre, más profunda que todas las definiciones que han hecho los filósofos, como aquella de Protágoras según la cual "el hombre es la medida de todas las cosas" (Panton chrematon anthropon metron einai). En el tercer verso se hace alusión a un tema profundamente poético y filosófico: la memoria humana, la vieja Mnemosyne madre de las musas griegas, considerada como la facultad más importante que poseemos –y que los poetas desarrollan al máximo– para comunicarnos de alguna manera con nuestro más remoto pasado, con aquella prehistoria humana que Schiller llamó "absolutamente mítica", la Edad de Oro, en suma, que todos los poetas han cantado con nostalgia, desde Hesíodo hasta Cervantes.

      Pero hay otro detalle de la poesía de Gerbasi que yo subrayé y que le presta gran originalidad, y es que en su tratamiento de la naturaleza ("gruesas hojas moradas", "el misterio de los vegetales", etc.) a pesar de que se trate del esplendor tropical y barroco de Canoabo o de la selva Canaima, el poeta procede de un curioso modo expresionista ( en el buen sentido de la palabra, que es el que le da, por ejemplo, el pintor Manuel Quintana Castillo en su Cuaderno de pintura, editado en 1982 por la Galería de Arte Nacional) , al estilo de un Courbet o, sobre todo, de un Aduanero Rousseau. Es decir, que detrás de la mirada del poeta auténticamente venezolano y tropical, está la mirada del hombre que se ha formado en Europa y que tiene sangre italiana. En sus confesiones, publicadas en el "Papel literario" de El Nacional, al poeta Enrique Hernández D'Jesús, el poeta cuenta cómo, a los diez años, se trasladó a Europa y recibió educación florentina. Esta formación italiana, que hace que muchos de sus poemas –sobre todo los más recientes, como los de Retumba como un sótano del cielo, o Edades perdidas, o incluso algunos poemas inéditos que yo conozco– se emparenten con poetas como Montale o Quasimodo, encuentra su alquimia superior en los momentos más intensamente tropicales de Gerbasi, como son los momentos, ya lejanos, de Mi padre, el inmigrante ( 1945) , Los espacios cálidos ( 1952) o Tirano de sangre y fuego ( 1955) .Digo "alquimia superior" –expresión que, por lo demás, utiliza el propio Gerbasi en un poema– porque en esos libros, el poeta realiza una proeza que ningún otro poeta venezolano ha realizado con igual maestría: aplicar el esquematismo mental europeo a la descripción del trópico, sin que éste pierda nada de su grandiosidad salvaje y multiforme, pero logrando infiltrar en él, en la savia de sus grandes hojas (pintadas, se diría, por Rousseau, el Aduanero) muchas gotas de reflexión filosófica universal. Incluso sus enumeraciones –figura literaria que se remonta por lo menos hasta Homero– no son nunca "enumeraciones caóticas", como ocurre a menudo con las de Neruda, según leo Spitzer. Esta es la razón de que su mayor poema comience con una proposición filosófica de gran envergadura, que se repite varias veces a lo largo del texto: "Venimos de la noche y hacia la noche vamos". Igual proeza hicieron Rubén Darío y César Vallejo, y Neruda en ciertos momentos como en Alturas de Machu Picchu. Este solo rasgo hace que Vicente Gerbasi, el poeta de cabeza de nube, el nefeloeidético amigo que ahora cumple 70 años, sea el más venezolano y el más universal de nuestros poetas.