Artículos y ensayos sobre Vicente Gerbasi




Vicente Gerbasi
o el peregrino en su tierra

José Rafael Blengio Pinto



1 hecho de invitar a nuestra casa queretana a un señor de las letras, con los quilates de Vicente Gerbasl, nos honra y enriquece (honrar honra). Aquí caen estrepitosamente por el suelo los argumentos y dicterios de derroche y prodigalidad lanzados ante el hecho de que Querétaro tenga ediciones de autores que incluso en otras urbes de mayor tamaño son rarezas.

     Deseo destacar un par de situaciones en su biografía, que son el hecho de ser hijo de un inmigrante italiano afincado en Canoabo, en donde nació, y que de 1923, a los 10 años de vida, pasó seis años en Florencia, regresó en 1929 a Valencia, capital del estado de Carabobo y después a Caracas, en donde residió el resto de su vida, entreverada con exilios a otros países. Ante los altibajos de su existencia, Gerbasi fue más bien un autodidacto y su formación literaria se hizo en la fragua y el yunque de periódicos y revistas. Se formó, como dicen, sobre la marcha, pero sólidamente, como lo prueba la calidad de su obra.

      Su bibliografía poética se resume en dos docenas de títulos de diversa temática, en la que quisiera detenerme un poco para un mínimo análisis de su estilística, su escritura, sus temas. Comenzaré con la sucinta apreciación crítica del antologador Francisco Montes de Oca:
Es Gerbasi un poeta de actitud contemplativa; de mirada interior y de impuls o trascendente, afín al de su grupo generacional, pero a la par dotado de una clara conciencia y una saludable proyección a la realidad exterior.
      Octavio Paz no se ocupa de la obra de Gerbasi, salvo como parte de una generación de ruptura, y en la sección del tomo XIII denominada Entrevistas, menciona lo siguiente:
Hacia 1940 apareció una nueva promoción poética: José Lezama Lima, Pablo Antonio Cuadra, Vicente Gerbasi, Gonzalo Rojas, Nicanor Parra, Enrique Molina, yo mismo (Paz). Poesía de la ciudad, poesía ciudadana. Me arriesgaré a mencionar en ella una característica que me parece central: está sustentada en la ciudad, pero no como un horizonte ni espectáculo, con los ojos de un paseante extasiado por los anuncios luminosos, las estaciones de ferrocartil y los autos de carrera. Para nosotros la ciudad es la historia pública y la privada, la impersonal y la encarnada por indivduos, grupos y multitudes. La poesía de la historia es la pregunta que la ciudad se hace a sí misma. La ciudad: los otros que somos nosotros y son ellos, el otro que es yo mismo.
En el poema largo dividido en 30 estancias, Mi padre, el inmigrante, está de cuerpo entero uno de los rasgos de Gerbasi, su amor filial. Es un largo reconocimiento a la figura del padre, que en nuestra literatura tendría pocos equivalentes (los González Martínez, padre, hijo y nieto), pero por encima de todo Jaime Sabines, con su espléndido poema "Algo sobre la muerte del Mayor Sabines". Gerbasi parecería un hijo pródigo que retorna al suelo matrio para que las cosas recuperen sus nombres y se reanude el diálogo entre pares con su padre ausente. Parecería un equivalente de Dante, bajo la guía paternal de Virgilio que se adentra en los círculos terrestres, infernales y celestes para describir la raíz de la prosapia, su lugar en éste y otros mundos, como un reto a la naturaleza americana, para sustentar el sueño europeo de hallar una Cibola, una Ciudad de Oro o una Florida en que florezcan plenamente los heroísmos de la hombría, la conquista y fundación del futuro.

      Es importante destacar la visión del entorno que hace Gerbasi. Parecería un europeo deslumbrado por ese cataclismo telúrico que para muchos representó y representa la América. Es un poeta a quien importa mucho la conciencia de la plasticidad del lenguaje poético, mayormente en sus aspectos de color y sonido. En casi toda la obra hay correspondencia entre un plano natural y otro humano. El poeta sugiere un tema constante: la belleza extraordinaria del Nuevo Mundo, su valor con base en la creación artística. El trópico termina siendo un ente de misterio, un recuerdo del vientre materno, un escenario donde las virtudes teologales luchan en todo momento para mantener su hegemonía contra fuerzas disolventes.

      Su poesía es el vuelo de una bandada de palabras abriéndose paso desde la espesa jungla, hacia la luz solar. Por el camino del sol el poeta va a ninguna parte. Su viaje es un vagabundeo deslumbrado. Y es precisamente esta cosmovisión amplia de Gerbasi la que nos permitiría incluirlo en una estirpe de poetas panamericanistas, teniendo como telón de fondo el escenario convulso de la historia del siglo xx americano. Inciden en su devenir revoluciones, alzamientos, tiranías, invasiones. y como una atalaya, se alza la concepción bolivariana de nuestro continente, la América española que cree en Jesucristo y reza en español, como dijo Rubén Darío, vislumbrada como un gran universo con puentes y cimas, y no con barrancos y simas, con afinidades y no con disidencias, sueño aún no realizado, que animó a varias generaciones de pensadores de la talla de Rodó y Vasconcelos, cobijados bajo la sombra del gran venezolano, a seguir ese periplo trascendente. En ese conglomerado está Carlos Pellicer, cantor convencido de las bondades de la tierra y de los héroes americanos. A esa cosmovisión se adhiere Gerbasi, también en su carácter de embajador y cónsul en diversos países. A ratos pareciera que para Gerbasi, más allá del propio símbolo, Bolívar es un padre utópico; configurador de una alternativa en la cual la vida colectiva se torna digna para una conformación supranacional unificadora y anticolonial de nuestra América.

      Una pregunta ociosa sería cuántos Gerbasis se anidan en la obra de este creador. Son muchos, pero al final, sólo hay uno. La poesía es la revelación de la multiplicidad de seres que confirman y conforman el sentimiento del poeta. Su ser múltiple se va revelando en asombros que tiene que aceptar, pues en cada revelación él es autor y espectador de su propio destino, inescapable, presto para ser salvado. Así, en su poesía la razón, la emoción y el símbolo se conjugan para proyectar modalidades alternativas, parte de una abertura crítica hacia la pertenencia de distintas alteridades de este enorme Continente, abierto a los dictados del espíritu.

      Incluiré algunos fragmentos mínimos de poemas fundacionales que nos darán una pequeña idea de su enorme calidad.

      En Mi padre, el inmigrante hay un par de leitmotivs, a los que retorna en muchos de los cantos: "Venimos de la noche y hacia la noche vamos". "Padre mío, padre de mi poesía".

          El hombre es de la noche que lo sigue,
          sueño que el sol defiende,
          paréntesis de incierta maravilla,
          imagen que derriba la tiniebla.
          Aún mi madre contempla tu retrato
          y en su cabello blanco se hace un lejano resplandor.
          Aquí en la tierra estoy, aquí en la tierra,
          y en tu muerte, disperso en mis sentidos.

          

          y todo avanza en mí y todo cae, y todo es un rumor
          un acercarse y amar, y un sufrir por lo amado,
          y un llevarlo todo al sueño
          y hacer de la tierra un sueño.

          

          Padre mío, padre de mi huracán. y de mi poesía.

          Venimos de la noche y hacia la noche vamos.
          Escucha. Yo te llamo desde un reloj de piedra,
          donde caen las sombras, donde el silencio cae.



      Ojalá que el esfuerzo de Calygramma por dar una morada en Querétaro a una figura señera de las letras hispanoamericanas, dé frutos inobjetables, lo aleje de cualquier regionalismo mal concebido y dudoso, y albergue un panamericanismo universalista acorde con la visión bolivariana, siempre vigente.




José Rafael Blengio Pinto (Hecelcbakán, Campeche, 1935) .Cursó estudios primarios y preparatorios en la ciudad de Campeche. De 1954 a 1987 vivió en la Ciudad de México, donde realizó estudios en el Conservatorio Nacional de Música (1955-1958 y 1965-1968). Se tituló de médico cirujano en la Facultad de Medicina de la UNAM (1965). Tuvo actividad profesional en la música a partir de 1955, como integrante de diversos grupos como los Violines de Villafontana basta 1994. En el terreno de la música de concierto, en 1957 formó parte del grupo Berlioz de compositores jóvenes con Eduardo Mata y José Antonio Alcaraz, y fue violinista recitalista en diversas ciudades. Participó en talleres literarios con Juan Bañuelos, Carlos Illescas y Enrique González Rojo. Perteneció a varios grupos literarios. Como poeta tiene algunos reconocimientos: Fundación Givré, Buenos Aires (1979); Revista Mairena, Puerto Rico (1981) y los Juegos Florales de Ciudad del Carmen (1983). Su producción poética incluye los títulos: Testimonios para el día de la ira (1982), Declinación de mundo (1992), Envíos a la tierra (1993), Viento del Getsemaní (2001), Sonetos (1957-2007) y Címbalo de alabanza (2009). En 2011 Editorial Calygramma publicó su poesía reunida bajo el título Testimonios. Desde 1987 reside en Querétaro, ciudad en la que fue docente de la Universidad Autónoma de Querétaro.