Cuán grato es, para mí, hablar de Vicente Gerbasi, el gran poeta a quien brindamos hoy un homenaje merecido, tanto por la altísima calidad de su obra, sin fisuras, sin caídas mortales, cuanto por su calidad humana generosa, un poco delirante, rica en expansión comunicativa y exaltación poética, en imaginación, en inocencia, en distracción también no por incapacidad de aprehender la realidad, sino por estar andando quizás a través de ella, atento como un mago, como un pastor nocturno bajo las estrellas, al oficio de traducir al hecho escritural, las vivencias del sueño y de la poesía. Vicente Gerbasi cree en el acto mágico suscitado por el verbo hecho escritura. Mágicamente, como lo escribió en un poema suyo sobre Calabria, "toca una aldaba y se abre una aldea" y "la luz sube con zapatos viejos, callejuelas, estrechas escalinatas de piedra". y él sube, también, "en el sueño una colina de olivos". En los versos citados se encuentran las principales cualidades de su poesía: poder visual, poder descriptivo, poder de imaginar y de crear imágenes. Gerbasi cultiva cierta videncia vivenciada, y recorta elementos materiales, cosas, animales, vegetales, para asociarlos en una tentativa de acentuación de la realidad, de otredad real. Sus imágenes constituyen síntesis visuales deslumbrantes. Por ejemplo: "el horizonte es una densa herrería", "bajo los astros de los buhos", "aire del bambú y del helecho", "el sueño del caballo nos rodea de flores como el dibujo de un niño", "luz de caña amarga", "la noche avanza con cactus de vidrio", "el relámpago me inventa una decoración de palmas", "el tiempo se hunde con ramas y nubes", "ando entre derretidos espejos donde la flor se desfigura". Estamos ante un lenguaje que rehuye lo conceptual, lo abstracto, lo intelectual, para buscar su expresividad en una suerte de arte combinatorio de imágenes v metáforas susceptibles de crear una atmósfera, sensaciones visuales, sorpresas, ambigüedades propicias a varias lecturas, a varias interpretaciones. Las imágenes y metáforas, en su poesía, quieren desempeñar papel de símbolos e incitar por eso mismo el pensamiento, mediante la intuición y no el análisis. Y esas imágenes, ala manera de los naipes en una operación de cartomancia, deben ser leídas en relación con un conjunto, ya que desligadas, detalladas como acabo de hacerlo en el párrafo anterior, pierden gran parte de su poder comunicante. El trópico, el clima, el paisaje, es decir la realidad telúrica y geográfica, a la cual Gerbasi resulta particularmente sensible, como hombre nacido en un pueblo campesino del Estado Carabobo, alimenta su poesía, y las imágenes y metáforas que intentan expresarla conjugan, en una apretada síntesis descriptiva los elementos capaces de despertar esa visión, mejor dicho, la sensación visual de ese espacio real. Por otra parte, la materialidad de los elementos combinados pierde precisión mediante una suerte de distanciamiento en la referencia y la introducción de una sugerencia maravillosa. He aquí un ejemplo, hablando del campo venezolano:
Pero no se debe hablar de Vicente Gerbasi sin hablar del grupo Viernes del cual fue uno de los principales animadores. Viernes cumplió una función profunda y renovadora en el movimiento poético venezolano. Actuó principalmente entre 1938 y 1941. Frente a Viernes se compactó una oposición compuesta por diversos sectores: los tradicionalistas, los realistas, los hispanizantesentonces era muy fuerte la influencia de la muy válida poesía española del destierro, los nativistas, los comprometidos. Para desacreditar a Viernes se usó desde el chiste hasta la diatriba, desde la sátira inteligente hasta la crítica razonada. Yo formé parte de los detractores de Viernes. Hoy sé que sin Viernes la poesía venezolana no sería lo que es. Hay que distinguir dos aspectos en la obra de Viernes: el que se refiere a sus efectos generales y el que se refiere a la producción individual ¡ de sus integrantes. Desde el primer punto de vista se impone señalar que la gestión de Viernes dignificó la actividad artística y la condición social del poeta. Este dejó de ser el improvisador de botiquines, de onomásticos y de efemérides patrióticas. La poesía fue tomada como un destino y como medio de comunicación con cierta aspiración hacia lo trascendente. Soltó sobre la lírica venezolana generalmente inclinada a lo externo, a la rima y al efecto fácil discursivo, a un peligroso populismo de recital que, en determinados casos, puede dar lugar a expresiones auténticas o superiores, los grandes vientos huracanados de la angustia existencial y metafísica contenidos en la poesía incomparable y siempre vigente de los románticos alemanes e ingleses, con Hoelderlin y Novalis a la cabeza. Por primera vez, en Venezuela, fueron tema de lectura, meditación y hasta plagio, los poemas de Rilke, Rimbaud y Lautréamont, de Wordsworth y Coleridge. Se descubrió al genial Blake y su mundo visionario y místico, a Reverdy y el creacionismo, a Breton ya los surrealistas. La poesía chilena se convirtió en un El Dorado: Neruda, Cruchaga Santa Mana, Huidobro, Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva, entonces residenciado en nuestro país, cuya influencia y orientación estuvo para mucho en la aceptación de que la poesía además de palabras, era existencia y sondeo del inconsciente. Se establecieron relaciones con Mandrágora y Caballo de Fuego de Chile, con Taller de México El interés parroquial quedó aplastado, así como el apego a un lenguaje ya una concepción poética demasiado vinculada con lo preceptivo, con la heredad hispánica, con un racionalismo y realismo que exigían ala poesía, antes que nada: ser entendible, es decir manifestarse no dentro de sus propias exigencias, sino en función del público, estar, pues, prestada. Sin duda, la generación llamada del 18, con Paz Castillo, Ramos Sucre, Fombona Pachano, Moleiro, entre otros, había ya reaccionado contra el peso semántico de nuestra lírica y sus regustos románticos y modernistas, exigiendo mayor interiorización a todos los niveles de la expresión, pero permaneció fiel a ciertas normas de logicidad que Viernes a través de los poemas más logrados de su gente, quebrantó profundamente. Las obras de los viernistas subvertían el lenguaje y los valores asociativos del pensamiento moral y estéticamente dualista, aristocrático, racional. Imágenes oníricas, brotadas del inconsciente, desapacibles o incomprensibles asociaciones de elementos, al parecer disparatadas explosiones de confesión existencial y vivencial, desquiciaban lo establecido por la lírica tradicional y el modo cómo se entendía la poesía. Sin duda Viernes tuvo también sus retóricos y su retórica, pero le debemos hoy en día, por encima de las polémicas, momentos extremadamente válidos de nuestra poesía. Cabe señalar, por otra parte, que en oposición a Viernes o en procura de síntesis, aparecieron poetas de gran categoría en ese momento, como Juan Beroes, Ida Gramcko, Luz Machado, José Ramón Medina, Pedro Francisco Lizardo. La obra de los viernistas queda puesta paticularmente de manifiesto por los libros de Luis Fernando Alvarez, un gran poeta olvidado; de José Ramón Heredia, de Otto de Sola, de Pascual Venegas Filardo, de Pablo Rojas Guardia, el de Desnuda Intimidad, Acero-Signo y Clamor de que me vean, de este fraternal Vicente Gerbasi que estamos homenajeando. Sin Viernes, sin las aberturas que tácitamente propuso, sin la promoción de ciertos nombres claves de poetas mundiales, sin el ejemplo de gente como Gerbasi, no hubiera sido lo mismo el desenvolvimiento ulterior de nuestra poesía propulsada hacia una interiorización cada vez más exigente o bien hacia una expansión lingüística polémica y subversiva, por Sardio y El T echo de la Ballena, también por la obra de poetas de tanta magnitud como Rafael Cadenas, Rafael José Muñoz, Luis .García Morales, Alfredo Silva Estrada, Francisco Pérez Perdomo, Caupolicán Ovalles y el indiscutido, amable y penetrante Juan Sánchez Peláez, maestro de profunda autenticidad existencial creadora. Primero un tanto fúnebre, rebuscada, recargada, retorcida, inclusive artificiosa por el empeño de aparecer metafísica, profunda, de una desesperación que no era suya (Vigilia del náufrago, 1937 ) la poesía de Gerbasi empieza a encontrar su verdad sensible en Bosque Doliente ( 1940 ). El bosque se convierte en alegoría de pureza, de existencia acordada con la naturaleza, la cual esconde a Dios. Gerbasi no es un metafísico y para él la trascendencia se confunde con los juegos mágicos de la invención imaginística y con un sentir panteísta de evidente origen mediterráneo. Liras (1943), una concesión a la creciente afirmación de acercamiento a la poesía española, al neoclacisismo puesto en boga por Juan Beroes y la gente de Suma,, grupo al que yo pertenecía, lleva la contemplación, la interiorización relativa y el magicismo verbal aun límite de preceptiva inesperada:
Aquí Fray Luis suena a simbolismo lakista anglosajón, con algo de Leopardi. Gerbasi se está buscando, no hay duda. Ni el verso clásico ni la abstracción alegórica, ni la angustia metafísica germana respondían a su sentimiento maravillado ante las presencias naturales del mundo. Tuvo la intuición de advertirlo a tiempo y no continuó insistiendo en una actitud que podía resultar postiza. Su verdad era sensorial, vivencial, intuitiva, compuesta por recuerdos de infancia, sentimiento del paisaje nativo, gusto por la aprehensión de la naturaleza fantanseada, toma de conciencia de su heredad italo-americana. De tanto decir que los viernistas eran antiamericanos, extranjerizantes, evadidos y herméticos, se produjo en un Gerbasi y en un De Sola, el más inesperado viraje, y enriquecidos por el experimento cumplido y el conocimiento de nuevas posibilidades expresivas y vivenciales, se volvieron hacia su tierra venezolana con un poder de imaginación y de expresión nuevos. La colección de poemas que señala el ingreso de Gerbasi en el mundo telúrico del trópico y en sus vivencias más auténticas, es Poemas de la Tierra y de la Noche (1943) publicados en el boletín de Suma, precisamente. Ya para ese año se había acabado la guerrilla literaria y establecido entre viernistas y antiviernistas las fecundas comunicaciones de la fraternidad poética. Pero mientras De Sola se abocaba a objetivizar la nueva experiencia e incurría en poemas-discursos, en poemas-mensajes, Gerbasi, con un lenguaje más flexible y también más elusivo, se sumergía como un buceador, en la gran vivencia telúrica-familiar, en el remonte hacia lo ancestral y el descenso hacia la inconsciente. La "tierra" se convertía en un en-si, de modo que la sentía vivir con él, en la memoria del antepasado, del padre. y puesto en esa dimensión sentimental de identificarse, por una parte, y por otra, de aprehender su paisaje, el paisaje suyo en función de la naturaleza mágica y diversa, escribió uno de los más grandes poemas de nuestra lírica, de todos los tiempos cumplidos: Mi padre el inmigrante ( 1945), publicado también por las ediciones Suma. Desde adentro y desde afuera, conjugados lo vivencial, lo visceral y lo descriptivo y exterior, el medio ambiente, Gerbasi evoca la errancia y la presencia de su padre, inmigrante italiano llegado a nuestras costas y fallecido aquí. Mezcla en su voz, la voz del padre y la suya, la emoción paterna ante el descubrimiento del Nuevo Mundo, del trópico, y su propia emoción al reconstruirse en el padre y tomar así conciencia de Venezuela, transfigurada en Tierra Prometida. Se trata de una visión a la par mítica y realista. Vuelve a ser cantada la flora y la fauna venezolanas, pero dentro de una dimensión intensamente afectiva, interiorizada. La naturaleza no se limita a ser un tema descriptivo, como en Bello, el precursor, sino un hecho existencial, mezclado con los miedos, los descubrimientos, los encantamientos del niño evocado junto con la presencia del Padre. Gerbasi conjuga satisfactoriamente este regreso al nativismo un nativismo, se entiende, de honda objetividad y la necesidad de universalizar el lenguaje poético, de "hallar, como lo pedía Unamuno, lo universal en la entraña de lo local, y en lo circunscrito y limitado, lo eterno". Mi padre el inmigrante como Silva a la agricultura de la Zona Tórrida, como Silva Criolla, como Vuelta a la Patria, señala un hito en el acontecer poético venezolano y ha dado origen a numerosísimos y sentidos cantos al padre, desde Viva Elegía de Lizardo hasta la estremecedora Elegía a mi Padre Agustín de Rafael José Muñoz, alta operación de lenguaje creado y creador, y el desenfadado poema de Caupolicán Ovalles Elegía a la muerte de Guatimocín, mi padre, alias El Globo, mezcla de humor, prosaísmo, crudeza, nostalgia, ternura, velado acto de amor filial, de belleza y desvalimiento con el cual nuestra poesía, huérfana de la atención nutricia materno-telúrica, de la naturaleza en su aspecto benéfico, asesinada por la ciudad tentacular, se vuelve hacia el padre en una invocación multívoca y patética. En una obra ulterior Gerbasi no decayó. Acaso se pueda señalar un riesgo en Tirano de Sombra y Fuego ( 1955), estampas expresionistas de pesadilla que evocan los crímenes y desafueros del sádico conquistador Lope de Aguirre. En efecto, Gerbasi construyó ese poema con hechos históricos que no comprometían su intimidad. Es un poema hecho y de intención épica. Por eso no, tiene el poder de contagio que emana siempre de su obra. Pero esa tentativa más intelectual que emocional no implicó descenso alguno en el orden del lenguaje, del nivel estético general. Esta larga composición, cuya estructura recuerda Mi Padre el Inmigrante, mantiene unaindiscutible validez literaria. En otros poemarios recogió el tono para apresar en instantáneas poéticas, la realidad del clima y las presencias oníricas. Es un poema de la naturaleza y también del inconsciente. En breves composiciones con calidad de iluminación, vitral, pintura aprehende su trópico, o bien transmite imágenes brotadas del inconsciente, dictados oníricos, reflexiones tamizadas, intuiciones sobre sl mismo, el significado de la cultura y la condición humana. En esa poesía de ámbito sensorial predominan los colores, las materias vegetales o bien cierta calidad visionaria. Sin despreciar por un momento su lenguaje estético escribió: Los Espacios Cálidos (1952), Círculos del Trueno (1953), Por Arte de Sol (1959). sábado 28/02/2009 12:38:44 Luego inició un período de viajes en función diplomática. Olivos de Eternidad (1961), presencia y pasado de Israel donde residió un tiempo, y Poesías de Viajes (1968) , le permitieron, como apuntó Guillermo Sucre, "sentir la historia no como movimiento implacable de devorador del tiempo, sino como transfiguración e iluminación del Ser, como búsqueda de permanencia".
Vicente Gerbasi es un poeta a quien le debe
mucho la poesía esteticista más reciente, en razón del carácter universal de su lenguaje y de sus
temas, sin embargo, estos últimos, apoyados en
un nativismo evidente. Alcanzó a filtrar el cúmulo de influencias que le anegaron, al iniciar su
aventura lírica. No se dejó encasillar por escuelas y tendencias, por posiciones extremas o postizas. Su equilibrio meridional se impuso y creó
una obra, ya cumplida en parte, de admirable
coherencia verbal y emocional. Es un artista.
y las borrascas de hoy no pueden ya borrar lo
escrito por él.
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