Ignacio Irribarren Borges
Del Libro La Poesia de Vicente Gerbasi, Editorial Tiempo Nuevo,S.A. , Caracas, 1972
II. LOS COMIENZOS
"... y los que parten de la aldea se van muy lejos y muchos mueron en el camino".
Rainer Maria Rilke, EL LIBRO DE HORAS
GERBASI publicó su primer libro de poesías, Vigilia
del Náufrago, en 1937, a los 24 años de edad. Le
siguen Bosque Doliente ( 1940) , Poemas de la Noche
y de la Tierra, y Liras, los dos últimos de 1943. Los
cuatro forman la primera etapa de la poesía de Gerbasi,
pues el siguiente, Mi Padre, el Inmigrante, aparecido
en 1945, inicia la madurez poética del escritor.
En realidad, fue con un gran rodeo que Gerbasi y
algunos de sus compañeros de generación, junto con
otros de la precedente, continuaron la tarea de dar a la
poesía venezolana el lenguaje apropiado a la época y al
ambiente nacional.
Los grandes poetas, dice Eliot, se expresan en la forma en que lo hacen sus contemporáneos. Por ello, agrega, la poesía en cada país debe realizar, de tiempo en
tiempo, una revolución para adaptar su lenguaje al del
común de las gentes. El lenguaje poético se desarrolla,
entonces, retóricamente, hasta llegar a ser anacrónico
frente al habla popular en constante evolución. Una
nueva revolución dentro del propio ámbito de la literatura volverá a aproximar la expresión poética a la
utilizada por los demás
.
Para la época de la iniciación de Gerbasi, dos tendencias opuestas, pero igualmente perjudiciales, atraían
a nuestros poetas: la influencia del simbolismo francés
a través del llamado modernismo, y el criollismo, ya en
su forma de poesía popular, o en la manifestación telúrica de un exagerado culto a la naturaleza y al ambiente.
La primera encauzaba nuestras letras por una corriente exótica que le agregaba elementos postizos, producto de una evolución natural de la literatura francesa
pero sin razón entre nosotros.
En cuanto a la otra, la postura criollista a ultranza,
pretendía elevar a arte culto la mera manifestación de
un folklore primitivo sin ninguna decantación, tomada
directamente del habla más simple de los bajos sectores de la población; y el telurismo condujo, desde el primer momento, al arte descriptivo y superficial, limitado
a las formas y teñido de un simple sentimentalismo un
tanto aldeano.
Bajo la sombra de Hölderlin, Novalis, Gerard de
Nerval, Rilke, nuestros jóvenes poetas abrieron las puertas de la poesía venezolana para recibir la "visita de
los fantasmas" a que se refiere Picón Salas.
Los visitantes trajeron consigo un arte "más subjetivo, íntimo
y velado, envuelto en la niebla de los símbolos", que
sustituyó "la música externa y el verso demasiado redondo de nuestra vieja poesía". Fue el tiempo del
Grupo Viernes, que congregó entre 1936 y 1941 a
Gerbasi, Otto de Sola, Luis Fernando Alvarez, Pablo
Rojas Guardia, José Ramón Heredia, Pascual Venegas
Filardo, Oscar Rojas Jiménez, Rafael Olivares Figueroa
y otros escritores y críticos.
Para la época en que esos artistas e intelectuales se
reunían a conversar sobre poesía y arte los viernes de
cada semana, aún se veía a los poetas como personajesse ha escrito
un tanto estrafalarios.
Lo cierto es que los "viernistas"
contribuyeron en buena parte a liberar a la poesía venezolana de las posturas anacrónicas que la dominaban.
Su lucha ayudó a despertar el interés por las nuevas
corrientes estéticas que ya habían tenido eco en la
poesía de nuestro continente, y reivindicó para los poetas venezolanos un puesto en la estructura cultural del
país.
Se ha escrito mucho sobre las influencias predominantes en los poetas del Grupo. No cabe duda de que
ellos las recibieron en abundancia, y especialmente por
conducto del poeta chileno Humberto Díaz Casanueva,
de los románticos alemanes, así como de Rilke y de los
surrealistas. Otro miembro de V iernes, el poeta coriano Angel Miguel Queremel, mientras ejercía funciones consulares en España, tuvo la oportunidad de tratar a García Lorca, Salinas, Alberti y otros poetas, cuya
poesía hizo conocer de sus amigos del Grupo. Los propios versos de Queremel, con resonancias de Lorca, AIberti y Jorge Guillén, trajeron también a Venezuela el
mensaje de la renovada lírica hispana.
Algunos señalan con insistencia la influencia de Pablo
Neruda en la poesía venezolana a partir de la mitad de
la década del 20. No podríamos discutir el impacto en
nuestra lírica del gran torbellino poético del Sur. Sin
embargo, nunca ha alcanzado la intensidad de la que
ejerció Rubén Darío".
En primer término, porque las
innovaciones del nicaragüense en la lírica castellana son
de mayor trascendencia y profundidad que las de Neruda, y, por lo que respecta a Venezuela, ya había empezado a cambiar favorablemente la situación de la
literatura, la cual, durante los años de la influencia de
Darío, adolecía, según Picón Salas, "de la general decadencia de los estudios humanísticos, de la miserable
instrucción pública que mantuvo la dictadura gomecista,
del escaso contacto que en aquellos años los escritores
y artistas venezolanos tuvieron con el mundo exterior"
Serrano Poncela agrega una razón de peso para explicar la menor influencia de Neruda en España: la de
haber coincidido con la existencia de una gran generación de poetas Lorca, Aleixandre, Alberti, "más
impermeable a influencias exteriores". Por el contrario,
Neruda recibió de ellos lecciones de sobriedad y contención".
Gerbasi empieza a escribir influido por los románticos alemanes y, muy particularmente, por Rilke. Juan
Ramón Jiménez le seduce un poco después, como puede
observarse en algunas partes de su segundo libro. Sin
embargo, justo es señalar que ya en sus primeros versos, un poco ahogados con temas y posturas ajenas,
Gerbasi buscaba anhelosamente su propia voz. Más
adelante en estos apuntes iremos señalando los sucesivos cambios.
Ahora debemos referirnos a ciertos temas o motivos
que se hallan presentes a lo largo de toda la obra del
poeta. Por supuesto que no todos se manifiestan con
igual intensidad. Algunos, como el Padre, cobran valor
singular. Otras apenas se esbozan, y luego se asoman
muy de vez en cuando, ligera y tímidamente. No obstante, no me parece ocioso que tratemos de analizar
algunos, el mayor número posible, aun entre los menores, y estudiar los principales con más amplitud en
sus secciones correspondientes. Porque la estructura de
la obra de Gerbasi descansa sobre esos temas, los cuales le dan su característica armonía, y todos tienen importancia para mejor entender su sentido.
La cultivada tristeza. En cierta ocasión, con un gesto muy acostumbrado en él, entre malicioso e ingenuo,
Gerbasi me dijo que Juan Ramón Jiménez le había
enseñado la tristeza poética y cómo cultivarla. Es una
tristeza vagarosa, solicitada, con acentos de melancolía:
"¡Haz grande mi tristeza
Misterio de la noche!".
En veces, un sentimiento matizado de misticismo:
"¡Oh noche que confundes
la sangre con tu enigma,
despierta entre los dioses
al dios de la tristeza,
y edifícame en templo,
levántame en tu sombra. . .!"
. . . . . . . . .
"Al descender el día,
la bruma nos conduce al monasterio
de la melancolía
a escuchar el salterio
melódico y profundo del misterio".
Más tarde, esta tristeza inmediata, sentimiento definido un tanto intelectualmente, se irá transformando
en forma paulatina en uno de los resortes principales
de la poesía universal: la nostalgia.
Invito, por ejemplo, a comparar:
¿No es ésta tu morada,
oh tristeza nocturna, suspirante
virgen enamorada
del silencio sangrante
en el alma hechizada del amante?"
poesía de la primera época, con las siguientes de etapa
posterior:
"¿Aún existen los naranjos
que plantó mi padre en el patio de la casa,
el horno donde mi madre hacía el pan
y doradas roscas con azúcar y canela?".
. . . . . . . . .
"Descubrir de nuevo el caballo
en la luz vespertina del boscaje. . .
tender alfombras debajo de los árboles,
adonde vienen los mendigos a dormir en el aire de las luciérnagas; . . .
organizar un rebaño de pequeños asnos lanudos
y seguir con mis hijos entre el vuelo de las cigarras azules".
Una nostalgia de lo perdido por el transcurrir del
tiempo o de lo no alcanzado durante la vida. y aquí
se nos une con otro tema muy concreto de Gerbasi: la
infancia.
La infancia mágica. En la parte occidental del Estado Carabobo, hacia sus confines con Yaracuy, se encuentra el pueblecito de Canoabo, en el fondo de un
valle circundado de montañas altas de suaves pendientes. No creo que tenga más de treinta años la carretera
que hoy le da acceso desde Bejuma. Lo cierto es que
para 1913, cuando nació Gerbasi, y aun en el año de
1923, fecha de su primera salida de la aldea, los de Canoabo no tenían sino el recurso de las largas jornadas a caballo o a pie para ir al norte, hacia Urama, y
de ahí en vehículo a Puerto Cabello, o hacia el sur a
Bejuma, para luego torcer al este en dirección de Valencia.
Las faenas agrícolas se alternaban con las del pequeño
comercio en el pueblo y ocupaban el mundo lento de
los hombres. Para los niños, estaba el campo caluroso y
verde, y el sombreado discurrir del río, bajo los bambúes y los altos árboles. El río se acercaba al pueblo al
final de la calle de los Caramacates, por la cual, cuando
llovía, un río improvisado se desprendía del cerro del
Calvario y llenaba con los rumores de su lecho de
arena la casa de don Juan Bautista Gerbasi:
Por la voluntad de su fundador, los cerrados horizontes de la pequeña aldea se abrieron bruscamente para la
familia Gerbasi. A los diez años, Vicente inició el descubrimiento de las otras cosas del mundo: el mar, los
automóviles y el buque que, en unión de sus padres y
hermanos, tomó en Puerto Cabello para ir a Italia.
Muy pronto comenzaba la otra etapa de su infancia
en el pueblo mediterráneo de su padre. La de Canoabo
había terminado. Para recobrarla, ya después de mucho
tiempo, su poesía habría de internarse por los espacios
secretos de una nostalgia dolorosa.
La infancia americana asume el papel preponderante,
pues es ella la que caracteriza el ambiente de sus
viviencias infantiles. Pero nunca ha de olvidar que
también de niño se asomó a otro mundo muy distante:
"Yo estuve bajo el frío
heredando leyendas junto al fuego. . .".
La niñez mediterránea se le manifiesta a través del
padre, y, en un sentido también emanado de la cultura
de éste, tiende a poblar de mitos la naturaleza del nuevo mundo. Algunas veces aparece como un recuerdo
brumoso:
Coros lejanos, bíblicos, de aldeanos celestes
que suben las montañas azules de la noche,
me devuelven al tiempo de floridos almendros,
a la aldea remota que guarda, entre pastores,
hijas de molineros y torres de penunmbra,
las huellas de mi infancia".
Y agrega, confundiendo en su memoria los dos acaeceres:
"¿Me recuerda la escuela con sus manchados mapas,
con la ventana abierta hacia los ondulantes
trigales vespertinos?
¿Estoy allí, de noche,
con los amigos muertos?".
De nuevo, la realidad de su vida americana convierte el otro tiempo en leyenda:
"Tristeza tengo de mis pasos, y alegría
de ver la tierra, aquí,
con mis hijos que duermen...
con el recuerdo apenas
de mi propia leyenda
a orillas de los mares"
.
11.
La infancia de Gerbasi, tema entrañable de su poesía,
da motivo a una de las experiencias poéticas de más
elevada jerarquía en la literatura iberoamericana. Me
refiero a Los Espacios Cálidos, algunos de cuyos poemas realizan impecablemente una especie de tiempo
recobrado proustiano. Volveremos más adelante sobre
éste y otros aspectos igualmente significativos de esa
época de nuestro poeta.
Dios. La poesía de Gerbasi adopta una especie de posición panteísta frente a la naturaleza, y es la causa de que las fuerzas naturales, deidades mágicas, se exterioricen en animales, accidentes geográficos, vegetales, fenómenos naturales, etc. Todo ello pertenece a un
mundo imaginario cuyo secreto guardan celosamente
las oscuras fuerzas de la creación artística.
Pero sobre el panteísmo poético aparece la figura de
Dios, el Supremo Creador. Al referirse al poeta en su
ensayo "El Sueño".
Gerbasi nos trasmite su aspiración
de realizar "una armoniosa unidad donde se complementen y completen vida y muerte, ascendiendo al UNO
maravilloso del Universo, donde se derrama Dios como
un luminoso ritmo".
Hacia allí dirige su poesía:
"Me hundo en las palpitaciones reverberantes, en las ondas,
en el temblor divino, donde se abre la rosa de montaña,
en los brillos fugaces, en la imagen insondable de Dios,
que ha creado los cielos y la tierra, con esta geografía de fuego,
y ha dado a mi corazón la forma del día y de la noche...".
En uno de sus últimos versos, el tributo al Creador
adopta un tono de sublime sencillez:
"Así el alma heroicamente
se hunde en el Universo,
en una vasta niebla de galaxias,
hasta que lentamente adivina
la presencia de Dios
que brilla en el infinito de sus soles".
El Mendigo. Todos hemos sido mendigos alguna vez,
recuerdo que me respondió gravemente Gerbasi cuando
le pregunté sobre la insistente presencia del desposeído
en sus versos.
Atender a la necesidad de subsistir es el único contacto del mendigo con lo material. Su mundo es el
espiritual de la contemplación, la esfera de la santidad,
de quien renuncia a lo superfluo. El mendigo, como los
santos, enfrenta la vida como aspiración ascética.
Gerbasi ama al pobre, al desasistido, a la víctima de
la ira del hombre:
"Me persigues, ira del hombre, muerte socavada,
esqueleto ardiente, mano hundida en el oro..."
. . . . . . . . .
"Llanto, llanto profundo,
te escucho como un salmo en lo vivido..."
.
En ocasiones, la maldad se reviste con el ropaje organizado de la guerra:
"Estallan las granadas
sobre blancas aldeas inocentes,
caen enamoradas
vidas adolescentes
y niños a la muerte indiferentes .
El mendigo pertenece al mundo mágico de los niños
en el cual desempeña diversas funciones:
"He aquí la roca de la penumbra,
el rincón donde los mendigos se cambian de ropa
y usan capas rojas como reyes.
Ellos esconden arcoiris en las grutas,
fogatas y cervatillos".
La compasión de Gerbasi podría tener afinidad con
la que se trasluce de los cuadros de Breughel, el Viejo.
Con éste comparte el patetismo de la picaresca española,
y junto con el pintor flamenco y los españoles hunde
sus raíces comprensivas en la hermandad humana de la
desgracia.
La Colina Bíblica. El Libro Sagrado enlaza las culturas que concurren a formar al hombre americano.
Otra vez aparece la dualidad en la poesía de Gerbasi:
los mitos de Occidente se amalgaman con los que han
de nacer en el nuevo continente, pero también el
cristianismo de los nuevos Ulises del Mediterráneo
esparce sus semillas en la tierra nueva.
El viejo inmigrante vino de su colina de la Biblia,
a orillas del mar Tirreno, "sola como en la luz de un
cuento", donde "entre el sol y el otoño pasaba la tristeza", La nostalgia del mundo grande llamaba incesantemente al inquieto rebelde con el sonido de las campanas de la aldea, En su casa del nuevo mundo escribe
"algunas palabras de la Biblia":
"Y hay en ellas voces de otro tiempo, cerca de los juguetes
bajo las lámparas que iluminan la tristeza,
junto al plato, junto al salero y a la Biblia abierta"
.
En el universo poético de Gerbasi, Vibonati y Canoabo anticipan a Jerusalén, en la cual culmina el ascenso
del poeta a su Colina Bíblica.
Las Puertas, Una puerta puede ser el umbral hacia
la dicha o la desgracia. Entreabierta, permite el atisbo
de lo que oculta; y cerrada, significa el obstáculo a la
realización de algún propósito.
En el primero de los Cuatro Cuartetos de Eliot,
"Burnt Norton", no se abre la puerta que conduce al
jardín de rosas, hacia lo que podría haber sido, tiempo
indefinido que se resolvió en el presente. Las puertas
ocultan el indecible destino de las decisiones no tomadas. Otro umbral, el que cruzamos, aprisionó la realidad fugaz del pasado,
Ante el poeta se abren y se cierran puertas. ¿Desde
cuándo sospechaba que tras de alguna los niños festejarían la muerte? Cuando niño descubrió que había una
puerta para cada uno, hasta para los muertos. Las puertas de las casas las cerraba la noche y la muerte.
En el gran trayecto que se inicia desde sus primeros
libros, Gerbasi asciende el difícil camino desde la exuberancia hasta el admirable sintetismo de sus últimos
versos. Poeta de extraordinaria sensibilidad, en sus comienzos su expresión se arropa con un cúmulo de
imágenes, muchas de ellas ajenas a su propio temperamento.
Si echamos mano de la pintura, a la cual es muy
afecto nuestro poeta, podríamos decir que Gerbasi va
de un cuadro del aduanero Rousseau a la concreción
surrealista de Chirico. En el camino repasa a Breughel,
de quien siempre conservará la simpatía humana. Su
paisaje surrealista no queda, sin embargo, confinado a
la escueta representación de lo concreto, pues, su anhelo
metafísico tiene mucho de los primitivos italianos, del
paganismo de Botticelli y de la contenida angustia de
los primeros Poleos.