Artículos y ensayos sobre Vicente Gerbasi




Salvador Tenreiro Díaz

CON VICENTE GERBASI

De "Viernes" conservo las primeras ediciones de Luis Fernando Alvarez y los goces de las anotaciones de lecturas de épocas diversas, que me traje conmigo. Pero de quien pudiera pasarme los días hablando es de Vicente Gerbasi. Pero del Vicente que creo que ha sido, es decir, el Vicente del más ferviente romanticismo, confeso en "La rama del relámpago". Y no del Gerbasi que se enseñó en la Educación Media durante años.

Alguna vez, en las muchas ocasiones en que fui a visitarlo a varias de las sedes de Revista Nacional de Cultura, cuando fue su director, particularmente cuando se mudó a Cumbres de Curumo, cerca de su casa y de la mía, le dije que lo que se enseñaba de su poesía -en el cuarto año del bachillerato de entonces- eran los "rasgos vanguardistas de su poesía". Llevaba conmigo la primera edición de la "La rama..." (1953, ediciones Mar Caribe) que conservo a mi vera en este mismo instante. Glosé algunos pasajes, junto a otros de "Creación y Símbolo" que me sabía de memoria por entonces, y me atreví a decirle. "Usted maestro, no es surrealista. Ese adjetivo le va mejor a Juan (Sánchez Peláez). Usted es el gran romántico de nuestra poesía. Nuestro Nicola Di Bari, nuestro último romántico". Se echó a reír. Pero no dijo nada ¿molesto por el atrevimiento? nunca lo sabré. Al otro día regresé como si nada y continuamos la "charla".

Porque, ese enorme poeta que era Gerbasi, y a pesar, incluso de los cargos públicos ejercidos (entre muchos otros, embajador en Israel, en Noruega, en Polonia) era la bondad, la simpatía y la elegancia personificada.

Una vez le pregunté por un amigo que pertenecía al equipo de la revista, Elí Galindo. Lo llamó por teléfono a su oficina y como no estaba lo llamó a su casa en Catia La Mar, para decirle que yo lo esperaba. Me dio pena (vergüenza para los españoles que me lean) escuchar del otro lado del escritorio esas palabras, exigiéndole al poeta que se trasladase de inmediato a Caracas.

Vicente -así lo llamábamos todos, sin oposición alguna de su parte- fue el poeta de varias generaciones. Nunca escuché a nadie, ni en la Universidad, ni en los Ateneos, ni en los bares -lo cual es mucho decir- a nadie que no se sintiera vinculado a su poesía.

Es que Vicente era todos nosotros. Su Canoabo natal estaba lleno de los fulgores a los que muchos íbamos en peregrinación. (Allí celebramos un homenaje que, salvo si mi querido Sindo Reza Nóvoa, quiere referirlo, ha quedado en secreto). Mi Gerbasi fue, desde siempre, el de "Los espacios cálidos". Pero reconozco que los poemas de sus últimos años, guardan una sabiduría que sigue amenazante.

Conservo aquí, en España, todas sus primeras ediciones, firmadas y dedicadas. Así como conservo las primeras ediciones de muchos grandes poetas venezolanos de las que no me quiero desprender. La primera de ella es la "Silva Criolla".

Recorrer sus páginas tiene algo de misterio y del fulgor. Pasar la vista, el tacto, por cada letra, y dejarse llevar, más tarde, por la carnalidad de la palabra gerbasiana es emoción única, intransferible, con perdón.

Mi felicidad consiste, a pesar de las muchas privaciones a las que nos condena el gobierno de mi país -inimaginables para los españoles que me leen- en repasar, lentamente, gozosamente, cada página. Es el cuerpo amado, cuya memoria llevamos en la yema de los dedos."

De derecha a izquierda, Salvador Tenreiro Díaz, la esposa de Rafael Cadenas, el poeta Rafael Cadenas y Vicente Gerbasi.