pero te he buscado apartando recuerdos en una selva ignota donde solo la infancia podía ser habitante en compañía de culebras que atraviesan los ópticos túneles de los colibríes y de tigres buenosmozos que prestan sus lomos para que los gallos canten sin que se los coma el zorro Tu voz sería como madre y padre si hubiera desamparo en la naturaleza tu voz haría de mango si las frutas desaparecieran tú has completado las hojas encantadas para que la iguana coma y sea princesa y has descubierto la existencia de un planeta en donde los conejos y las guacharacas informan a velocidad de charrasca que las nubes están empollando soberanos aguaceros No sé si perteneces a la orquídea de monte al arco iris venezolano que bebe agua empozada en las hojas de los capachos a la brisa del mar Tirreno que acaba de irse hace un momento hacia los ventanales donde un día te dije: He ahí la resurrección de los sentidos. Cada vez que uno nace se revelan. Uno huele, escucha, saborea y se transporta con el alma. Por eso llevas en tu niñez de Canoabo el fragante conticinio del jabón de tocador que envolvía a la niñera italiana, se grabó en ti su cara florentina, la noche rondando con sus fauces de horóscopo, silbidos de yagrumos, árboles de caucho que sangraban nieve, helechos, guacamayas y orquídeas en lo oscuro; grandes aves soñando |