Cuentos, Artículos y Ensayos

VUELOS, BATALLAS Y EXPERIENCIA DE LAS ABEJAS

Por VICENTE GERBASI

Cuento publicado el 23 de Agosto de 1949 en El Carabobeño de Valencia.

Era tiempo aquel en que las músicas tenían fresca quietud de claridades para las yerbas y los pastores. Despreocupada andanza bajo el soplo primero de la rosa de los vientos en el blanco aparecer de las palomas. Refugio sin contornos de los aires remontando fáci1es canciones. Las abejas descubrían, con los días y los astros, las flores, y se repartían la miel , en una alegría, de ligeros ruidos y colores. Armonía apacible, distante de la ley y la medida. Giros en las brisas de vaga geometría. Aves de fino, rumbo hacia los climas.

Cuando las flores ya invadían los valles y ondulaban en suave fuga los perfumes, una abeja creyó que las otras abejas, después del eclipse y la penumbra, librarían su gran batalla. Sintió la invasión de la alegría por su maravilloso cuento imaginado y creció tan alto hacia las nubes que fue reina de todas las abejas. Tendió la vista sobre colmenas, mandó afilar los aguijones, entrenar las alas, y fabricar cornetas de livianos lirios sin destino. Castillos de delgadas torres surgieron de los árboles, puentes de rama en rama, almenas en penumbra entre las hojas. Y fué así como al sur de las colinas, al soplo del viento y de los cielos, en un estruendo delgado de oscuridad palideciendo, vió lloviznar abejas y correr la miel por las laderas. Ráfagas de brumosos cantos ondularon a flor de las espigas y huyeron las aves, y se despedazaron árboles más hondos en la melancolía de los bueyes al sangrar de los crepúsculos, y pasó la muerte en alas rotas suspendida, hacia las rendidas flores de los ciegos.

Y durante años y lustros y largos meses de enturbiado clima, estuvieron lloviendo sobre el campo las abejas. A través del tiempo avanzó el incendio de las yerbas y era una sola furia sin caminos la crin de los caballos. Al borde de los barrancos torpes ruedas giraban hacia la sombra. Una ruina de soles avanzaba hacia el marfil, descubriendo antiguos cometas, y la tierra se enfriaba como un antiguo mundo de volcanes. Ligera vibración de tallos consumiéndose. Resbalar gota a gota de la miel hacia las piedras. El viento soplaba sobre las rocas sus desmelenados cuentos de inviernos y veranos. No era la espiga dueña de la esbeltez y la alegría, ni el árbol del suave color redondo o dulce, encendiendo la vida de los pájaros. Se derrumbaban las colmenas antes y después de las lluvias y las alas caían sin martes ni domingos, en la harapienta luz de la miseria. Hacia campánulas rotas. En la luz de una fogata encendida por hombres de barbas milenarias. El silencio invadía las tierras como el frió a las altas yerbas después de las lloviznas. El torbellino se adueñó de las latitudes y los ruidos atravesaron las grutas y las granjas. Livianas llamas recorrieron las superficies. Las ruinas alargaron su penumbra y anduvo la soledad entre los perros.

Como un color de dientes; como un ruido de lanzas; como un olor a cabellos quemados, así anduvo el tiempo. Y las abejas quedaron sin flores, sin miel, y sin colmenas. Desesperadas a orillas ‘ de los árboles. Desunidas, haciendo inútiles giros en los aires. Aspirando cada una poseer una colmena. Llenar odres de miel. Encontrar en su vuelo el puesto de la reina. Y se vió que aumentaba la llovizna de su muerte y el regocijo de la reina, ya dueña de su maravilloso cuento.

Pero a través de la miseria y de la muerte empezaron a entenderse de nuevo las abejas y entre las nieblas, las nubes y los cielos se les vió avanzar con aguijones de furia hacia aquella que les ensayó el cuento de la guerra. Y hoy las abejas tienen organizada la más hermosa república de trabajadores.