Cuentos, Artículos y Ensayos




Del libro de ensayos "Creación y Símbolo", Ediciones Viernes, Cooperativa de Artes Gráficas, Caracas 1942.

"EL BLASFEMO CORONADO"

El Templo y el Fuego.

Humberto Díaz Casanueva construye un templo de graves columnas y vitrales dormidos. Columnas y vitrales que surgen de la tierra y se pierden en el sueño. Un templo sin techo, erguido hacia las estrellas, la angustia, el anhelo. . .

El fuego que nos devora está dentro de nosotros y sólo de cuando en cuando lo trasmitimos.

Humberto Díaz Casanueva, como un sagrado sacerdote, mantiene encendidos los pebeteros, las lámparas, el fuego de las resinas profundas, en medio del templo que construye día a día, noche a noche, con el sudor de su corazón.

Maneja la arcilla y la modela febricitante y la endurece al rescoldo de su propio fuego oculto, en cuyas llamas y resplandores hace rojizos días misteriosos en las noches que lo rodean. Así la arcilla se impregna de fuego duro, compacto. Su arcilla que está cerca del primer huerto, cerca de las primeras fuentes, cerca del árbol del bien y del mal, cerca de la espada encendida que ordena el camino del dolor. Su arcilla que se endurece al rescoldo de la experiencia, al rescoldo del tiempo: ella misma tiempo y experiencia.

Templo, habitado por los misterios y las visiones, donde el hombre aun busca, desesperado, la imagen y semejanza de su dios y apura el cáliz de la honda meditación, forjando el metal opaco de la pesada corona de la pesadumbre.

Los Lobos y la Duda.

Este gran poeta del misterio del hombre se embriaga en la duda y se acerca tambaleante a lo depuradora desconocido. Los enigmas del ser tienden una red oscura a su redor.

"Ha sido mi alma de súbito injertada en troncos dolientes, mas no vivo de contriciones y todos los ámbitos del ser vigilo como un centinela ebrio que gritara toda la noche asaltado por langostas milenarias. ¿Moriré de mi muerte? Yo nada sé, yo tiemblo apenas y uñas se me clavan buscando lugar".

¿Moriré de mi muerte? Quién que viva penetrando en su existencia, en sus vivencias, no es asaltado por esta torturante pregunta rilkeana? Nada hay más cerca dentro de nosotros que la vida y la muerte. Queremos vivir una vida nuestra, donde nuestro yo alcance una radiante plenitud. Esto implica aspirar a nuestra propia muerte. De ahí que, "en el fondo para Rilke, la única manera de existir auténticamente, o sea, de un modo personal, intransferible, es ahondar en la muerte propia, a la que se pliega la vida propia como el vestido al cuerpo, adoptando su forma. El cuerpo lleva el vestido, y éste delata en cada pliegue la recóndita dinámica de lo que cubre y vela. Vivimos y existimos desde nuestra muerte propia, y ésta late y crece en nosotros"(1).

Dice Rainer María Rilke:
"Oh, Señor, da a cada uno su muerte propia,
la muerte que procede de esta vida
donde él ha conocido su amor, su misión y su aflicción"
(2).

Así el hombre que vive desde su propia muerte, está salvándose acosado por sus propios enigmas. Sus enigmas constituyen el temor que comienza a redimir. y el temor es la interrogación profunda. Es la interrogación de Humberto Díaz Casanueva: ¿Moriré de mi muerte? Mediante esta interrogación penetra en su propia vida desde su propia muerte, porque el temor frente al misterio es fuerza depuradora que nos conduce al ámbito de nuestro ser, a nuestro yo inconfundible. Es la fuerza que lucha con las fuerzas contrarias a nosotros mismos. Es la fuerza que nos hace ver los lobos, que nos permite ver el lobo que llevamos dentro. Hemos de recordar que siempre ha sido el lobo símbolo de una fuerza destructora entre los hombres.

En el temor perecemos o nos elevamos; se decifra la antinomia del bien y del mal que llevamos oculta o a flor de labios. Encontramos un oscuro símbolo de esta angustia en las siguientes expresiones de Humberto Díaz Casanueva:

"Ved los lobos que suben de los viejos valles donde mis entrañas comienzan, a trenes de ascuas van sujetos y turba son que vuelca los graneros y los asilos donde conviene estar al hombre,

parecidos son a pulsos libertados de grandes cuerpos que vagan en otro espacio.

Ah! lobos que preceden a los seres futuros, estigmas de un destino que aun huele a flor temporal, muertos negruscos, ángeles resentidos por el canto, genitales en esferas desiertas que la vida creadora ha desechado, hijos descarnados de una vida invisible que aun no ha cicatrizado bien en mi alma.

¡Cuán encendidos avanzan proclamando su identidad con mi existencia!"

Este símbolo en la poesía de Humberto Díaz Casanueva puede ser asimilado a algunos elementos de mitologías nórdicas, en las que siempre los lobos acosan desde sus espesas sombras.

Los Siete Demonios.

Erguido en medio de sus meditaciones, de sus experiencias, de sus visiones, de sus presagios, de sus profecías, Humberto Díaz Casanueva se convierte en la síntesis de la locura de su siglo. Esta locura, ya suya, se hace solitaria y dramática, sobre todo cuando bucea en la realidad en busca de sí mismo, en busca de la raíz del hombre y de sus tibios ecos dolientes. Su aproximación a la realidad le hace brotar palabras duras, primitivas, ásperas, quemantes, de cierta extraña fuerza mágica. El amor poético con que Díaz Casanueva se acerca a las cosas, a los hechos, a las verdades visibles ya los misterios del hombre, se convierten en furia, en blasfemia, en peligro. En este estado de ira, de rebelión, de fuga libertaria, entra en una atmósfera cósmica. Es aquí cuando se revelan sus potencias irracionales que dan a su voz el timbre de la revelación. A través de sus palabras llega a nosotros, entre imprecaciones, la suplicante y dura voz de los Salmos.

En Díaz Casanueva se verifica una lucha terrible: la de lo irracional con una poderosa razón, robustecida en la disciplina filosófica. En esta lucha se desatan sus demonios para luchar también contra él. Pero en él ninguna de estas fuerzas logra vencer. Se destruyen recíprocamente, se equilibran, haciendo la gran hoguera que ilumina el extraño camino de su poesía y de su dios.

Esta hoguera donde se verifica una trágica purificación fué la misma que ardió en la existencia de Nietzsch para crear su genial locura en busca de un dios.

Así hablaba Zaratrusta:

"Solitario, tú sigues el camino que lleva a tí propio ! y tu camino pasa por delante de tí y de tus siete dermonios!

Serás hereje para ti mismo, serás hechicero, adivino, loco, incrédulo, impío y malvado.

Es menester que quieras consumirte en tu propia llama. ¿Cómo querías renovarte sin reducirte ante todo a cenizas?

Solitario, tú sigues el camino del creador: ¡quieres sacar un dios de tus siete demonios!"

Las Potencias creadoras y el Símbolo.

Las motivaciones profundas, los dictados del subconsciente, los destellos oníricos, las visiones, las revelaciones que aparecen en ciertos estados mediúmnicos, difícilmente se adaptan a la lógica. Para ser expresados necesitan de la imagen, del sonido, del símil y de ciertas metáforas mágicas que van más allá del estado natural de nuestro pensamiento. Necesitan de aquellos valores expresivos de un gran contenido sugerente. Necesitan sobre todo del símbolo. El símbolo intenta expresar algo que aun carece de término conceptual. De ahí que aquellos seres de gran fuerza creadora han de valerse de medios de expresión no comunes. Dan a la palabra y a la frase su propio misterio, comunicándoles una energía capaz de crear en quien las oye. Así Cristo hablaba en parábolas y trasmitía a sus oyentes el misterio divino.

En Humberto Díaz Casanueva encontramos con frecuencia palabras que apenas poseen sentido lógico, o que no lo poseen. Esas palabras, dentro del poema, suscitan asociaciones de ideas, imágenes confusas, sugerencias, contenidos misteriosos, que nos revelan vagos secretos dormidos en nuestro complejo psíquico. Tales palabras vienen a ser símbolos de ideas, de sentimientos, de recuerdos, de visiones, que escapan a la expresión justa. Pero esas palabras que para la lógica no poseen ningún valor, logran una categoría mágica mediante su significado simbólico. Su contenido, para el que está afinado en estas experiencias del espíritu, o de los sentimientos estéticos, produce extrañas iluminaciones.

Además, no es posible exigir una lógica rígida al poeta. Creemos oportuno recordar aquí las siguientes palabras de Eduardo Mallea: "Ningún "lógico" crea en el sentido supremo de la palabra: la imaginación es libre y múltiple, por lo tanto contradictoria, y está más allá de la lógica". "El contrasentido más grande del mundo es una imaginación dogmática" (3).

Los poetas pertenecen al misterio, a lo sobrenatural.

Diríamos que el misterio se revela al poeta en forma espontánea y le llega con su propio verbo. De ahí que las palabras surgen del poeta con luminosa fuerza magnética. Sin que las solicite, caen de su tiniebla como aerolitos que dejan en quien los mira una mágica estela en medio de la noche profunda.

El poeta posee la facultad de penetrar en la esencia de las cosas. La naturaleza le muestra su misterio y este misterio es percibido y expresado por el poeta en símbolos, mucho más cuando esos misterios poseen una profunda relación con el misterio subjetivo del poeta.

Todo lo que tiene algo que ver con el misterio se expresa en símbolos. Así vemos que las religiones poseen una interminable simbología, mediante la cual expresan visiones de los hechos divinos.

En poesía las palabras no poseen un valor justo, filológico, etimológico, sino que adquieren un valor múltiple, que escapa a la lógica corriente del lenguaje. La palabra cambia de valor de acuerdo con su relación.

Desde tiempos muy antiguos los poetas han tratado de descifrar el misterio de la palabra, la que, como hemos dicho, no debemos ver como valor simplemente filólogico, sino como un valor de contenido múltiple y mágico. El poeta puede dar a la palabra esa como energía creadora capaz de despertar lo que en nosotros estaba dormido o de hacer llegar lo que aun no había podido llegar a nuestras regiones secretas.

Dante —ha dicho Coleridge— "habla de los poetas como de custodios de la grande harmonía del lenguaje, el cual es algo intermedio entre el espíritu y la materia".

La poesía posee su propio verbo, mejor dicho es el Verbo, porque es la expresión del ser, el secreto inmanente.

La poesía en su grave destino tiende a encontrar la perfecta forma del ser. Ella bucea dentro de nosotros como una resplandeciente doncella vestida de fuego y de música. Ella nos dicta lo oculto, lo que nos mantiene de pie sobre la tierra y en nuestro angustiante afán cósmico. Pero ella no nos dicta la palabra lógica, sino la palabra-misterio.

¿Cómo trasmitir ese extraño mensaje? He ahí el gran peligro, el gran miedo que invade al poeta. Humberto Díaz Casanueva posee el símbolo.

La Experiencia y la Poesía.

En "El Blasfemo Coronado" todo viene de graves vivencias. Ellas marcan el difícil compás de sus poemas. Su verdad nos agobia, nos alegra, nos atormenta, nos redime. Sus verdades que vienen de lo profundo del hombre se apoderan de nuestras más lejanas y cercanas verdades, aflorándolas. Sus verdades revelan nuestra existencia secreta. Sus palabras ejercen un poder magnético sobre nuestra psiquis, de la que hacen brotar destellos, imágenes, asociaciones, recuerdos, visiones. Nos aclaran, sin que para ello tengamos que hacer uso de la razón, ignorados fenómenos anímicos, estimulando, a la vez, nuestras vivencias y moviendo nuestros sueños. Nos descubre en secreto. "La poesía es la fundación del ser por la palabra", ha dicho Heidegger .

Este poder mágico existe en la poesía de Humberto Díaz Casanueva porque sus versos, o más bien versículos, proceden de la experiencia, de lo que está constituído el hombre y le da firmeza en su difícil trayectoria. Humberto Díaz Casanueva obedece a su proceso, al proceso de que en forma tan hermosa habla Rainer María Rilke:

"Los versos no son, como algunos creen, sentimientos (estos se tienen demasiado pronto), son experiencias. Para escribir un solo verso es preciso haber visto muchas ciudades, hombres y cosas, es preciso sentir como vuelan los pájaros y saber el movimiento que hacen las pequeñas flores abriéndose en la mañana. Es preciso poder pensar de nuevo en caminos de regiones desconocidas, en encuentros inesperados, en partidas que se veían desde mucho tiempo atrás aproximarse, en días de infancia, cuyo misterio aun no se ha aclarado, en los padres a los que contrariábamos cuando trataban de proporcionarnos una alegría y no la comprendíamos (era una alegría hecha para otro), en las enfermedades de infancia que comienzan tan singularmente, por tantas, tan profundas y graves transformaciones, en los días pasados en las habitaciones quietas y contenidas, en las mañanas al borde del mar, en los mares, en las noches de viaje que temblaban muy altas y volaban con todas las estrellas, e incluso no basta haber pensado en todo esto. Es preciso tener recuerdo de muchas noches de amor, de las cuales ninguna se parece a la otra, de mujeres chillando con los dolores del parto, y de ligeras y blancas durmientes paridas que volvían a cerrarse. Es preciso aun haber estado cerca de los moribundos, haber permanecido sentado cerca de los muertos, en la habitación, con la ventana abierta y los ruidos que llegaban por golpes. E incluso no basta tener recuerdos. Es preciso saber olvidarlos cuando son numerosos y tener la paciencia de esperar que vuelvan. Porque, los recuerdos, por sí mismos, no son todavía verdaderos recuerdos. Es sólo cuando se convierten en sangre, mirada y gesto, cuando no tienen nombre y no se distinguen ya de otros, es sólo entonces cuando puede suceder que a una hora muy extraña, de entre ellos, se levante la primera palabra de un verso".

Realismo Mágico.

Humberto Díaz Casanueva no dice las palabras a manera de simple juego. No las suelta como pájaros encandilados por luz vespertina para que vayan a dar contra viejos muros y caer temblando hacia la muerte. Las suelta como palomas mensajeras, con la experiencia de muchas millas de vuelo. Ellas pueden llevar el mensaje y alguien puede ser salvado.

Su poesía viene de la experiencia. Este poeta pasa por la vida con pasos firmes y mirada indagadora. Le tortura la realidad. Quiere saber qué es eso que para el hombre constituye su mejor amigo y su peor enemigo. Ah, pero la realidad que se encuentra tan cerca de nuestros ojos y de nuestra zozobra, esconde su esencia! También ella vive en su misterio, acechándonos,

Humberto Díaz Casanueva se acerca a lo real, pero vive hacia adentro. Su temperamento es profundamente introvertido. Vive en su yo trascendente. En su actitud de introspección no le es dado ver los elementos de la realidad en su superficie, sino que se ve obligado a verlos en su esencia, o mejor dicho en la relación que se suscita entre la esencia de los elementos reales y sus experiencias íntimas. Diríamos que se verifica entre el poeta y lo real una profunda participación que permite vislumbrar lo indescifrable. Este fenómeno vendría a corresponder, según lo entendemos, a lo que algunos llaman la intraobjetivación.

Así las palabras con que Humberto Díaz Casanueva expresa la realidad traen un contenido de valor múltiple, sorprendente, creador, trascendente. Traen un valor mágico.

La Lluvia y la Muerte.

La tierra de Chile, sobre todo la de las regiones del sur, vive sumergida en un tiempo de lluvia. La vida pasa allí bajo la música del agua. El amor, el trabajo, la angustia, la tristeza, la alegría pasan allí bajo la lluvia. Bajo la lluvia también se va hacia la muerte. La lluvia forma parte integrante de la intimidad del hombre chileno. De ahí que en los poetas de aquel país, la lluvia ya es un símbolo. Un símbolo que se refiere a la vida y a la muerte, a todos los actos del hombre. Con este hondo sentido la lluvia cae en la poesía de Humberto Díaz Casanueva.

El poeta y América.

Humberto Díaz Casanueva en "El Blasfemo Coronado" es uno de los poetas más americanos de los actuales momentos. Pero lo americano en él no es lo decorativo, sino lo profundo del mundo americano. América todavía es un misterio y como misterio ha de expresarse. Para encontrar a América es preciso buscarla en su caos, que va desde la vida cosmopolita de sus grandes puertos y ciudades, pasa por las vastas comarcas que nosotros los iberoamericanos llamamos interior, con sus llanos, montañas y abruptas regiones desplobladas, y llega hasta el hinterland, donde florecen selvas alucinantes y plenas de peligro, cruzadas por anchos ríos oscuros y convulsos, en cuyas márgenes habita el indio en su primitiva actitud de asechanza.

Nuestra poesía no puede ser sino plena de misterio. Ha de contener los símbolos de nuestro maravilloso mundo. Tierras ásperas, peligrosas, tierras habitadas por fuerzas ocultas, tierras casi desiertas, tierras de la melancolía, de la tristeza, de la angustia. Su realidad es el misterio, la magia, el encantamiento.

En lo subterráneo del libro de Humberto Díaz Casanueva oímos el rumor del fuego y el agua, revueltos en densos vapores, que de cuando en cuando agitan trágicarmente las tierras de Chile. Son los símbolos en estado potencial que sólo llegan a nosotros en los momentos de iluminación, cuando en nuestro mundo interior se abren las grandes tempestades.

De esta manera el poeta contribuye a formar el sedimento de la poesía americana del futuro, poesía que se vislumbra en el "Blasfemo Coronado".