Cuentos, Artículos y Ensayos




Los Libros y la Naturaleza

EL MAR QUE NOS RODEA





Por Vicente Gerbasi     
(Especial para "El Nacional")



              Cuando se pensó abrir el Canal de Panamá, algunos europeos, especialmente franceses, dijeron que si tal obra se llevaba a efecto, las aguas de la Corriente Ecuatorial se verterían en el Pacífico haciendo desaparecer la corriente del Golfo que lleva calor a Europa, lo que provocaría en aquel continente inviernos extremadamente crudos. Los que criticaban dicho proyecto no tenían razón en cuanto a las modificaciones que pudiese sufrir la circulaci6n oceánica, pero en cambio, su criterio era justo respecto a la estrecha relaci6n que existe entre el clima y las trayectorias generales de las corrientes del oceáno. Porque las aguas del mar, por su gran capacidad térmica, absorven una extraordinaria cantidad de calor solar sin que su temperatura se eleve demasiado o se haga muy fría al perder parte de ese calor recogido. La atmósfera ejerce una fuerte influencia sobre la temperatura de los mares, pero más fuerte es la que los mares ejercen sobre la temperatura de la atmósfera. Para que en determinado volumen de aire la temperatura se eleve un grado, es necesario 3.000 veces más calor para que el mismo fenómeno se opere en el mismo volúmen de agua. Es esta una de las razones por las cuales los océanos son los mejores reguladores del clima sobre la tierra.

              Desde que los mares comenzaron a formarse en la tierra, hasta que se habló de la construcción del Canal de Panamá, han transcurrido más de dos mil. millones de años.

              Se podría decir que esta es la síntesis de ese bello libro de Rachel L. Carson titulado "El Mar que nos Rodea".

              La edad aproximada de la Tierra ha podido ser establecida actualmente midiendo la disminución de la radiactividad de los elementos que componen las rocas de la superfieie terrestre. La bola de gases, que hoy es nuestro planeta, necesitó centenares de millones de años para pasar al estado líquido, y más tarde al estado sólido. Antes de que la Tierra se solidificase, se producían en su superficie enormes oleadas. Pero estas inmensas olas no eran de agua, sino de materiales terrestres en estado todavía ígneo. Eran pavorosas olas que a veces se desprendían y le daban la vuelta al globo.

              Hay una teoría, con la cual parece estar de acuerdo la señora Carson, según la cual una de estas olas, a causa de la atracción solar, fué lanzada al espacio, quedando sujeta de la Tierra a cierta distancia por la ley de gravitación universal. Según esta teoría, la Luna nació de esa gigantesca ola de materiales terrestres que se desprendió exactamente del lugar donde hoy se encuentra el Océano Pacífico.

              Pero en esa remota época todavía no había agua sobre la Tierra. A medida que ésta se fué enfriando, una densa capa de nubes la fue envolviendo hasta ocultarla en una noche impenetrable. Sólo existta sobre el ardoroso mundo la luz de innumerables volcanes y de inmensos ríos de fuego pastoso. No podía llover porque toda humedad que hiciera contacto con el tremendo calor de la tierra se evaporaba.

              Y pasaron miles de años y la corteza de la Tierra se enfrió y comenzó a llover. Y llovió durante miles y miles de años. Y durante miles y miles de años se fueron formando los marea y los océanos. Y fueron necesarios miles y miles de años para que en las aguas se produjera el milagro que encerró el protoplasma, primer signo de vida en nuestro planeta, y en el cual se esconde misteriosamente nuestro remoto origen.

              De ese momento en adelante el genio de la naturaleza continuó trabajando en su fabuloso laboratorio hasta producir infinidad de especies animales y vegetales, hasta que en algún momento de esa febril evolución aparecieron aquellos primates de los cuales habria de nacer el bombre.

              Pero mucho antes de que esto sucediera, los continentes estuvieron desiertos durante largas épocas. Fue hace unos 350 millones de años cuando los primeros seres vivientes comenzaron a invadir las costas y a adaptarse a las condiciones de la atmósfera. Y fue en ese momento cuando comenzó una de las más sorprendentes aventuras que hayan podido realizar en el infinito Universo.

              Al leer este apasionante libro de la señora Rachel L. Carson, comprendemos cuan profundo es el misterio de las cosas creadas y a nuestra memoria viene la voz de los profetas: "Al principio creó Dios el cielo y la tierra". Ahora bien, la tierra era confusión y caos, y las tinieblas cubrian la superficie del Océano, mientras el espíritu de Dios se cernía sobre la haz de las aguas. Y dijo Dios: "Haya luz", y hubo luz. Vió Dios que la luz era buena y estableció separación entre la luz y la oscuridad, y llamó a la luz día y a la oscuridad llamó noche. Y atardeció y luego amaneció: día uno. Dijo asímismo Dios: "Haya un firmamento en medio de las aguas y separe unas aguas de otras". Hizo, pues, Dios el firmamento, separando las agua. que estaban debajo del firmamento de aquellas que estaban sobre el firmamento. Y así fué. Llamó Dios al firmamento cielo. Y atardeció y luego amaneció: día segundo. Dijo Dios luego: "Reúnanse las agua. de debajo de los cielos en un lugar y aparezca lo seco." Y así fué. Y Dios llamó a lo seco tierra y a la reunión de las aguas llamó mares. Y vió Dios que quedaba bien".