Artículos y ensayos sobre Vicente Gerbasi




LA POESÍA DE VICENTE GERBASI
Julián Padrón


OS ARTISTAS en general sienten desdeñoso desagrado cuando algún crítico, o simple comentarista emocional, como nosotros, habla de influencias sorprendidas en sus obras. La culpa está en que a menudo se confunde influencia y plagio. Pero no es honesto ni beneficioso para la formación del arte que buscamos, callar las influencias de nuestras obras, primero, porque nuestra cultura, la venezolana, la hispanoamericana, brota de fuentes maternales, por países nuevos, descendientes y coloniales; y, segundo, porque señalar las buenas o malas influencias de una obra artística es ayudar y dirigir la formación estética de su autor.

Me consta que Gerbasi no ha leído a Rimbaud. Su pequeña cultura literaria está formada en indisciplinadas lecturas de revistas y variados libros. El movimiento poético contemporáneo lo ha respirado en el ambiente, en la época y en aquellas lecturas desordenadas; pero su materia artística es buena, dirigida por una mejor vocación poética y por hallarse afiliada a una generación de poetas venezolanos que quizá por primera vez entre nosotros está haciendo poesía.

Me consta que el autor de Vigilia del náufrago no tenía noticias del poema «Barco ebrio» de Rimbaud. Entonces ¿cómo explicar esta coincidencia entre el poema del escritor francés y el primero del libro de Gerbasi? Descartado el plagio por aquellas razones, tendríamos que atribuirlo a influencias poéticas. ¿Pero puede un artista sufrir la influencia de otro, desconociendo la obra de éste? Los familiarizados con el arte saben que sí. Cada generación abreva en las mismas fuentes y ello forma una especie de atmósfera artística que es obligatorio oxígeno de los contemporáneos dedicados a la humana pasión creadora. Por eso no es necesario leer al artista original para padecer su influencia, sino que muchas veces puede tomarse de segundas manos, de los artistas ya fecundados con ella, cuando la semilla es poderosa. ¿ Quién duda que un poeta actual puede estar sufriendo la influencia de García Lorca sin necesidad de haberlo leído, cuando la poesía lorquiana es ya un ambiente poético de las letras hispanoamericanas, por la menos del nuevo romancero?

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«Arthur Rimbaud aparece en 1870 —dice Paul Claudel en el prólogo a las obras del poeta francés—, en uno de los momentos más tristes de nuestra historia, en plena derrota, en plena guerra civil, en plena desconfianza material y moral, en pleno estupor positivista». Entre los 14 y los 18 años escribe toda su obra poética para desaparecer a los 19 de la historia literaria de Francia. Desilusionado del arte y de sí mismo viaja por África hasta que a los 40 regresa a morir sobre su tierra gala, no habiendo tomado la pluma en todo ese tiempo sino para escribir un informe científico sobre sus viajes que dirigió a la Sociedad Geográfica de París.

Claudel define a Rimbaud como «un místico en estado salvaje, una fuente perdida que resurge de un suelo saturado». y M. Marcel Raymond, en su libro De Baudelaire au surrealism, hace partir el origen del movimiento poético contemporáneo de «Las flores del mal», tronco que florece la rama de la poesía vidente de Rimbaud: «una primera fila, la de los artistas, conduce de Baudelaire a Mallarmé, luego a Valéry; otra, la de los videntes, va de Baudelaire a Rimbaud, luego a los recién venidos buscadores de aventuras». Arthur Rimbaud inaugura, pues, en la poesía moderna el arte del vate, del vidente, cuyo método es una alquimia verbal, una especie de transmutación, una decantación espiritual de los elementos cósmicos, como vehículo de la profunda y humana necesidad de evasión del espíritu hacia la concien- cia de la poesía como un nuevo medio de conocimiento.

A los 16 años Rimbaud escribió ese sublime poema rimbaudiano titulado «Bateu ivre» que envió aV erlaine y detrás del cual huyó a pie de su pueblecillo natal, camino del poeta maldito y de París.

Et, des lors, je me suis baigné dans le poeme -poeme — De la mer, inrusé d' astres et latescent. poeme — Devorant les azurs verts ou, flotaison blême — Et ravie, un noyé pensir, parfois, descend.

Luego toda una dantesca visión de una tromba marina en ese mar maelstrónico del cerebro adolescente del poeta, donde afirma haber visto a veces lo que el hombre ha creído ver: furiosos chapaleos de las mareas, penínsulas desamarradas, el ojo tonto de los faros, cielos rotos de claridades, el sol manchado de horrores místicos, noches verdes, la circulación de savias inauditas, el ojo amarillo y azul de los fósforos cantores, la marejada al asalto de los arrecifes, las flores de los ojos de las panteras, un Leviatán, soles de plata, flotas nacaradas, cielos de ascuas, gigantes serpientes devoradas por chinches que caen de árboles torcidos con negros perfumes, mientras corría tatuado de lúnulas eléctricas.

Presqu'lle ballottant sur mes bords les querelles -Et les rientes d'oiseaux clabaudeurs aux yeux blonds. — Et je voguais lorqu'A. travers mes liens rreles — Des noyés descendaient dormir a reculons...

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Vicente Gerbasi aparece en nuestra literatura como un ciudadano de mayor edad. Publica su primer libro de poemas a los 25 años, en éste de 1937, en uno de los momentos más interesantes de nuestra historia. en plena transición, en pleno furor político, en plena desconfianza material y moral, en pleno estupor marxista. Entre los 20 y los 25 años ha escrito los poemas que integran su Vigilia del náufrago, aquí en Venezuela, a su regreso de Florencia, Italia, geografía de sus primeros años, que vinieron a hacerse adolescencia en Canoabo, pueblito del estado Carabobo, y de donde vino a Caracas para ocupar en el nuevo régimen político el cargo de Secretario del Concejo Municipal del Distrito Federal.

Leyendo el corto poemario de Gerbasi con el placer estético que produce el hallazgo de un verdadero temperamento lírico, desparramado.sobre todas las páginas, aun sobre aquella que de intencionado sólo tienen el nombre, hemos sorprendido la coincidencia —influencia literaria— entre el poema «Barco ebrio» de Rilmbaud y Virgilia del náufrago de Vicente. Examinados anteriormente los elementos poéticos del primero, vamos a analizar los de este último, salvando, por supuesto, las distancias, la dimensión de los medios y las épocas, y las culturas de los dos poetas.

Abandonado a los límites: — rosa de los vientos incendiada de ásperas ciudades, — relojes sin minuteros, descoloridos de granizos y lloviznas, — descienden sin rumbo ni refugio, a mis climas abandonados.

Luego una visión del mar que, a la inversa de la rimbaudiana, tiene apagado lo dantesco por un tierno ímpetu lírico; donde, como el poeta francés, afirma: he visto fríos y noches tocar a la puerta de casas solitarias y tristes: horizontes tumultuosos, círculos concéntricos de pájaros rojos, transatlánticos hundidos, tremendos viajes submarinos, una flor que crece a la orilla de la luna, rotación de los puntos cardinales, bombas de mano que destruyen noches boreales, hélices que pulverizan la lana de los osos blancos, ruido de marineros sin gargantas, desprendidos puertos fatigados en pesados aceites, estatuas rotas y niños enloquecidos, bosques y montañas desgajados, desmoronados senos de las novias, cabelleras de rubias mujeres abandonadas a penumbrosas alambradas, mientras desciende sin ojos y garganta, y aguas turbias y negras, de antiguos templos sumergidos, lo arrastran a las precipitadas ciudades de los náufragos.

Con mis tímpanos rotos en los torbellinos inmóviles -con mis ojos perdidos en los paisajes atroces, -a través de las lianas profundas y los peces, -de máquinas y ametralladoras entre flores marinas, -me entregaré sin rumbo a las tenebrosas avalanchas.

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Y establecida esta coincidencia poética entre Rimbaud y Gerbasi, entre «Bateu ivre» y Vigilia del náufrago, ¿qué conclusión, qué enseñanza vamos a derivar? Porque somos enemigos de toda explicación o glosa de los poemas, que no hacen, a nuestro sentir, sino destruir los virginales hallazgos de la poesía. y porque admiramos la buena influencia artística, que recogida por un verdadero temperamento puede dar frutos originales. Tal vez todo sea para alegrarnos con el descubrimiento, entre nosotros, de un poeta vidente, rimbaudiano, tropical en estado salvaje, que, como Vicente Gerbasi, se diferencia de sus compañeros de generación porque aporta a la poesía venezolana una nota nueva, que no es repetición de Valéry , ni de Mallarmé, ni de Neruda, ni de los poetas españoles de la Gaceta de Occidente, sino resonancia y flor de esa otra rama del árbol de Baudelaire que retoña la poesía como medio de conocimiento, de revelación humana, la de los poetas videntes.


Caracas, 1937