Recortes del año 1990

El Nacional el 8 de mayo de 1990, el presidente Car­los An­drés Pérez pre­sen­ta­rá en Italia a "Mi Padre el In­mi­gran­te", traducido al ita­lia­no por Darío Pucchini.

Economía de Hoy el 22 de agosto de 1990; Dos nue­vas obras de Gerbasi (An­to­logía Poética e Ini­cia­ción en la intemperie).

El Diario de Caracas el 17 de febrero de 1990: La obra de Ger­basi y la de otros ve­ne­zolanos será estudiada n la Universidad de Kansas.

El Nacional el 16 de se­tiem­bre de 1990: Venimos de Vicente Gerbasi, Por Ar­mando Coll.

El Nacional el 30 de agosto de 1990; Cuenta de libros.

El Universal el 26 de sep­timbre de 1990. Vi­cen­te Gerbasi: Ini­cia­ción en la In­tem­perie. Por Luis Al­berto Cres­po.

El Diario de Caracas el 28 de agosto de 1990. Ernesto León, ilustrador de Iniciación en la Intemperie.

El Universal el 2 de octubre de 1990. Gerbasi en diálogo con los poetas.

El Nacional el 19 de agos­to de 1990. Ger­ba­si y el Occidente sagrado. Por An­to­nio Ur­da­ne­ta.

Homenaje de la GAN y Monte Avila. Para el maestro de los poetas.

Folleto de introducción del libro Iniciación en la In­tem­perie. Por Luis Alberto Cres­po. Con muestras de los poemas,

Kesher, México D.F. Sep­tiem­bre de 1990. "Olivos de eter­nidad" por Rosalynda Cohen.

El Universal el 26 de agosto de 1990. Vi­cen­te Gerbasi: La poe­sía es una re­li­gión.

26 de setiembre de 1990. Monte Avila reedita "An­to­lo­gía Poética" de Vicente Ger­basi.

El Nacional el 14 de Agosto de 1990; Septiembre será el mes para Vicente Gerbasi.

Visión, 19 de marzo de 1990. Un arte hacia la trans­fi­guración. "Obra poética", de Vicente Gerbasi, un llamado para una total trans­formación humana.

El Nacional el 30 de se­tiem­bre de 1990. Un encuentro pródigo. Por Yasmin Mon­sal­ve R.

El Diario de Caracas el 28 de abril de 1990. Vicente Gerbasi es la transparencia del mis­terio.

El Papel Literario de El Nacional el 16 de setiembre de 1990. Vicente Gerbasi por Juan Liscano.

Universidad Nacional A­bier­ta, UNA Documenta Vol 9, No 1-2 (1990) Francisco Pérez Per­domo: Mi padre, el in­mi­gran­te