En Mi padre, el inmigrante se pueden observar
varias dimensiones:
Primero es el acontecer familiar de la relación
del poeta con su padre, el inmigrante italiano,
que junto con su esposa viene a América, funda
una familia y participa de la vida, del trabajo y de
las vicisitudes de nuestro país y; alfin, después
de una vida útil, descansa bajo la tierra roja de
Canoabo.
El sentimiento inmediato no es un buen estímulo poético. Es menester la decantación, que
sólo se logra mediante una separación conveniente que propicia la meditación. Cantar la emoción
al mismo tiempo que se experimenta, o el sentimiento intenso hacia un ser querido, es casi irrealizable para el poeta.
Todo arte supone una elaboración artificiosa,
es decir, la escogencia calculada de unos medios y
de una expresión. La expresión artística es, precisamente, producto del delicado equilibrio entre el
sentimiento sublimado y la técnica, el cual no
podría lograrse cuando el artista se halle dominado por una actitud emocional, o en el caso de que,
por el contrario, tan sólo dispusiera de una fría
artificiosidad, por más depurada que fuese.
Por estas razones, no es nada común un poema
logrado sobre el hijo, la amante, el padre, y es éste un mérito más, nada insignificante, de Mi
padre, el inmigrante. El acendrado amor y la
compasión se sublimaron en el recuerdo para permitir al poeta la elaboración de este gran canto a
la naturaleza americana y al que en ella quiso venir a vivir y morir .
Por lo que respecta al sentimiento del poeta,
Mi padre, el inmigrante tiene un antecedente inmediato en el texto "El sueno del viejo", uno de
los Poemas de la noche y de la tierra (1943). Es
un poema de una honda ternura que se refleja en
la cadencia rítmica de sus alejandrinos y en la tenue delicadeza del sueno y los recuerdos. Aún no
está presente la obsesión de la muerte, pero ya podemos descubrir la asociación de esta idea con el
recuerdo del padre. Después de una vida azarosa,
el Viejo se ha dormido, mas sus sueños acompañan al poeta en su tristeza y flotan en el misterio
de la noche como una extraña interrogación.
Más tarde, el poeta en su madurez sentirá la rebelión del viajero que "deambulaba en su propio
drama..." "huyendo a través de las sombras...".
"como aquel que se debate en su sueño anónimo y
sombrío" (XXII) y exclamará estremecido:
De pronto, el protagonista del poema se convierte en la figura del inquieto europeo, del
emigrante del Viejo Mundo que trae al Nuevo el
peso y la fortuna de su cultura junto con el denuedo y el esfuerzo del fundador de las nuevas razas.
El hijo puede penetrar su secreto y saber que
son muy distintos sus motivos de aquellos que impulsaron a los anteriores europeos, los de las carabelas, a venir a América. El inmigrante pierde en
la nostalgia sus olivos y sus villas y la trabajada
pobreza de su aldea para buscar, por los caminos
de la aventura y de la angustia, al hombre y la
tierra nuevos. Quiere poblar ésta con mitos que él
sabrá encontrar en lo que ella le ofrece.
y que en la nueva tierra sólo aspira a decir:
Cada vez que leo estos versos veo de nuevo a
don Antonio Rotondaro recorrer las calles de la
Valencia de mi infancia. Otro mediterráneo,
quiso él también ser hijo de esta tierra, a la cual
todos los días, al despertar, besaba, reverente, en
testimonio de amor y gratitud.
Yo creo que los años, tal como él lo anunciara,
no han hecho sino confirmar lo que dijo
Juan Liscano en su prólogo a la segunda edición de Mi
padre, el inmigranteI
reproducido en el Apéndice de esta nueva edición: "En este poema culmina
y alcanza su más alta expresión la tentativa poética del Grupo Viernes".
El poeta canta a la tierra americana que su
Padre, el inmigrante, le enseñó a amar y hacia
donde quiso viniera de la noche. En toda la ancha
tierra, el hijo encuentra a quien le enseñó las palabras "hierro, pan, campana", y de quien recibió los dioses, los sueños, las resinas, y su verso se
eleva en un gran canto a América, cuyos bosqes
han de poblar los nuevos mitos, y al hombre de la
nueva raza, que ha de amalgamar las culturas
hasta encontrar la propia.
Mi padre, el inmigrante no es un poema sensillo; por el contrario, el planteamiento de sus diversos temas, los cuales, además, se entrecruzan
y superponen a lo largo de los treinta cantos, hace
difícil y compleja su comprensión. Continuemos,
pues, la tarea de señalar otros aspectos, además
de los ya indicados.
Junto con su carga de leyendas, el inmigrante
trajo consigo, en su condición de hombre, todas
las angustias de tránsito existencial. "Cuando tú,
venías, venías hacia la muerte " (VIII), le dice el
hijo.
Este fue también el heredero de su universal
angustia, la de todos los hombres:
Desde un reloj de piedra, de arena, desde el
resbaladizo paso de su tiempo, de su vida, el poeta espera y oye el mandato de la tierra, "que es el
existir" (IV).
Desde sus comienzos, el hombre europeo, para
entonces circunscrito al Mediterráneo, tomó figura en el viajero Ulises condenado por los dioses a
vagar incesantemente. Los peligros aguzaron su
natural ingenio y su voluntad se hizo más fuerte,
al mismo tiempo que la inteligencia recogía el fruto de las múltiples experiencias del camino.
Cuando al fin la Diosa le permitió regresar a su
casa, Ulises era otro muy distinto de aquel que
partió con la legión de héroes que Agamenón y
Menelao condujeron a la Guerra de Troya. Los
viajes habían enseñado al primer europeo el destino de la universalidad.
También los griegos nos contaron que el padre
de la raza humana, Prometeo, se rebeló contra los
dioses y les arrebató el fuego para iluminar el alma de sus criaturas. Por ello fue castigado severamente por Zeus.
Entre las treinta y seis posibles situaciones dramáticas señaladas por Goethe, el primer lugar lo
ocupa la rebelión prometeica del hombre contra
la muerte. El viajero Ulises no es, en el fondo, sino el gran rebelde contra las fuerzas que lo condenan a vagar sin rumbo, hacia el olvido.
Uno de los más hermosos fragmentos de la
obra, aquel que se refiere al asentamiento del
viajero en el sitio escogido, comienza en el Canto
XVI con la figura de la ondulación, del movimiento que lo va conduciendo hacia lo que buscaba. El
ondular del día, de los árboles, en la noche; sobre
la tierra roja, entre los animales y los ríos, le lleva
hacia los hombres que bailan y tocan las guitarrasc
que resuenan en la sombra del corazón. Encuentra su gente, y con ella se lanza a la nueva
aventura de la guerra civil.
La sequía asola los campos y da muerte a los
campesinos sobre la hierba seca. El viajero ha de
continuar buscando el regreso hacia los días y las
noches, hacia el sitio que le señalaba su esperanza
(XVIII).
También aquí, como en cualquiera de los otros
cantos, la naturaleza representa los estados anímicos. El lenguaje del poeta le confiere los valores
que ha menester el sentido de su creación.
En la poesía que podríamos definir como telúrica, la naturaleza se identifica con los estados del
ánimo. las sensaciones, las vivencias de quien la
contempla y canta.
Así, por ejemplo, en la Silva Criolla, la mañana
llanera, con su despertar de garzas y el inicio de la
diurna carrera del sol, hace nacer en el poeta
nuevas fuerzas y aviva en él la esperanza de un
mejor futuro. La quema, por el contrario, que
destruye la vida y el alimento, deprime su espíritu
y lo sumerge en el pesimismo. La. copla que flota
en el aire de la sabana alimenta la melancolía; las
lluvias de la primavera reverdecen el alma y la
hierba de la llanura.
La famosa división de Schiller entre poesía ingenua y poesía sentimental podría aclararnos bastante estos conceptos.
El poeta telúrico correspondería al ingenuo de
Schiller, cuya poesía es naturaleza, "obedece a la
simple naturaleza ya la sensibilidad y se limita a
la mera imitación de la realidad". El poeta ingenuo deja que " la naturaleza impere en él. sin restricción.
De manera diferente, el poeta sentimental busca la naturaleza, reflexiona "sobre la impresión
que los objetos producen en él y sólo en esta reflexión se basa la emoción que de él se apodera y que
nos transmite. El objeto es referido aquí a una
idea y sólo en esta relación se basa su fuerza poética". "La poesía sentimental es el producto de la abstracclon"
Gerbasi se pregunta:
La noche, como todo el resto de la naturaleza,
ha adquirido los varios significados que el poeta
necesita para sus versos. De estos hechos surge
una serie entretejida de relaciones que convierten
a la naturaleza en materia moldeable. Sin solución de continuidad, las cosas aparecen con significados diversos, derivados de los distintos planos
o relaciones en que el poeta las coloca. No se trata
sólo de metáforas, concebidas por la combinación
de las impresiones sensoriales, como, por
ejemplo, color del movimiento, melodía de las
piedras, color de la soledad, etc.; nos encontramos más bien en presencia de planos de conocimientos sucesivos. Así, se alude a una cosa a través de la impresión sensorial producida por su
forma o color, para luego emplazarla en un sentido mítico, tradicional, o inventado para el caso
por el poeta, y de seguidas se le atribuye el sentimiento que nos despierta o su relación simbólica
con el drama del hombre.
Todo esto, lo cual constituye una de las principales características de la poesía gerbasiana y el
aspecto esencial de su lenguaje, se puede observar
a cabalidad en los dos primeros cantos de Mi
padre, el inmigrante.
Las imágenes del poeta van más allá de las
representaciones que usualmente se dan a las cosas. Su noche no es la noche del alma de San Juan
de la Cruz, ni una representación simbólica de la
muerte. Es la muerte, la nada. Recordemos el
anhelo de Juan Ramón Jiniénez:
IGNACIO IRIBARREN BORGES
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